Cada Semana Santa, en especial durante las misas de Domingo de Ramos, los alrededores de las iglesias católicas se llenan de personas que ofrecen hermosas artesanías hechas con palma.
Esta tradición es una de las mejores muestras de sincretismo religioso, pues une la habilidad que tenían los pueblos originarios en el trabajo con distintos materiales, con la liturgia católica.
“La celebración está inspirada en la llegada de Jesús a Jerusalén, cuando fue recibido por el pueblo con palmas. Esa escena era también el cumplimiento de una profecía, por eso también es tan importante para nosotros”, relata el sacerdote Joaquín Méndez, de la parroquia de la Asunción, en Tijuana.
Aunque existen miles de especies de palma en el mundo, hay una en particular que es la que se usa en la elaboración de las figuras de palma, que pueden ser crucifijos, tejidos con forma de rombo o cruces: la palma de cera.
De acuerdo con un artículo escrito por la agencia de noticias católica ACI Prensa, esta palma se emplea prácticamente en todo el mundo, salvo en Colombia y Ecuador, donde su comercialización está prohibida. Por suerte, en México hay una gran producción de este tipo de materia prima.
"Llevar palmas o ramas de algunas especies de árboles es una tradición global, a veces solo cambia si es una rama florida de cerezo, capulín o las palmitas, pero en todas es el mismo significado de alegría", detalla Méndez.
Las hojas de palma se cosechan, luego se secan al sol y se humedecen ligeramente para que recobren su flexibilidad; todo el proceso puede llevar hasta un mes desde el corte de la palma hasta su puesta en venta. En el centro del país, los artesanos otomíes y mazahuas son realmente maestros en la elaboración de este tipo de elemento.
La tradición señala que hay que llevar la palma a la misa, para que sea rociada con agua bendita y después llevada a casa, para colocarse detrás de la puerta como una especie de protección contra el mal.
“Imagínese, mi abuelita me quemaba un poquito de la palmita santa cuando tenía fiebre y me ponía la ceniza, o me daba un tecito cuando andaba mal del estómago. Y eso fue hace años, porque ahorita ando en los 75 y pues yo creo que sí me funcionó”, relata Rita, fiel que suele acudir a la parroquia de San José de los Obreros en la Ciudad de México.
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