Después de una semana ajetreada, no hay nada como salir de la urbe en busca de paz y relajación. Una buena alternativa es la capital de Tlaxcala, la cual se encuentra a solo dos horas de la Ciudad de México.
En la capital tlaxcalteca hay un poco de todo para todos. Si eres amante de los museos, debes incluir en tu itinerario visitas al Museo de la Memoria, instalado en una histórica edificación, que hace algunos siglos perteneció a la Cofradía Franciscana de Jerusalén; o al Museo de Arte de Tlaxcala, que cuenta con seis piezas originales de Frida Kahlo en exhibición.
Para seguir con las ideas artísticas, date una vuelta por el Palacio de Gobierno donde puedes apreciar el mural "La historia de Tlaxcala a través de los tiempos y su aportación a lo mexicano", del artista local Desiderio Hernández Xochitiotzin, quien fue alumno del gran muralista Diego Rivera.
Llena de historia, la Plaza de la Constitución tlaxcalteca data de 1545 y es una de las primeras que se edificaron en el país. El Conjunto Conventual de Nuestra Señora de la Asunción, integrado por la catedral, la capilla de indios y su torre que datan del siglo 16, fueron catalogadas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Como apunte adicional, su pila bautismal fue la primera instalada en toda América.
La rica herencia prehispánica, combinada con la cocina conventual, ofrece una amplísima gama de alimentos y bebidas que debes probar en tu visita a Tlaxcala. Sus moles, como el de fiesta, el de cuitlacoche y el chilpososo, con chile guajillo, charales y flores de calabaza, son dignos de degustarse con un buen jarro de pulque.
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