El nombre de Rosalío Solano Quintanar está asociado con la generación de imágenes excepcionales en el cine mexicano. Trabajó con los principales directores de su época, por lo que colaboró en más de 200 películas.
Su primer contacto con el cine fue en la Ciudad de México, lo cual sucedió porque el director de cine, Ramón Peón, lo contrató para barnizar una recamara que era parte de la escenografía de la película “Sobre las Olas”, del director Miguel Zacarías (1932), también se desempeñó como colaborador de tramoya.
Y de acuerdo con el portal de turismo de Querétaro, se indica que Rosalío aprendió con Guillermo Baqueriza la creación de imágenes fotográficas, con quien trabajó en las películas “Una vida por otra” (1932) y “La Llorona” (1933).
“Observador perspicaz, aprende cómo se maneja la cámara fotográfica y recibe su primera oportunidad para hacer la fotografía cinematográfica de diversos proyectos”, se describe en el semanario Tribuna de Querétaro.
Posteriormente, solicitó ser ayudante de cámara en el filme “La Sandunga” (1937), lo cual le permitió involucrarse en una de sus principales pasiones, después fue asiste de Gabriel Figueroa, en el filme La Adelita, del director Guillermo Hernández Gómez (1938), ya que la personas que desempeñaba dicha labor se enfermó.
Para 1940, se casó con Sofía Aupart González con quien procreó cinco hijos: Rosa María, Alejandro, Sofía, Laura y Silvia.
Él se desempeñó como fotógrafo en “Doña Bárbara” (1943) y su primera oportunidad como director de fotografía la tuvo en “Doña Clarines”. Cabe señalar que Solano fue el primer mexicano en emplear la técnica del cinemascope en 1955 (consiste en comprimir lateralmente las imágenes en el rodaje, ampliando el campo visual), se indica en el portal del Festival del Cine de Morelia.
Trabajó con actores como Pedro Infante, Mario Moreno Cantinflas, Silvia Pinal y María Félix, quien lo llamó “brujo del color”, luego de que conoció su trabajo en la cinta “La Bandida”, porque consideró que capturaba las mejores imágenes de ella y el también fotógrafo Manuel Álvarez Bravo lo definió como un “fotógrafo nato”.
“Fue halagado por su pulso para el manejo de la cámara, por su creatividad, por su valentía, pues no temía a las alturas para lograr las mejores tomas. Los géneros fotográficos manejados por Rosalío siempre fueron causa de sorpresa y versatilidad para los admiradores del arte fotográfico”, se describe en el portal de turismo de Querétaro.
Él nació en Ajuchitlán, Querétaro, el 30 de agosto de 1915 y murió en noviembre del 2015, a los 94 años, por un paro respiratorio. Su vida fue documentada en el documental “El brujo”.
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