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Una mapa ensombrecedor

Rafael Lemus propone una nueva lectura de la literatura mexicana trazando una ruta a partir de diez ciudades ficticias sacadas de novelas nacionales

Una mapa ensombrecedor
Foto: Especial

De Villautopía a La Matosa, de Comala a Ixtepec, el recorrido que ofrece la geografía literaria mexicana termina irremediablemente en la oscuridad. Rafael Lemus (Ciudad de México, 1977) propone un camino diferente para adentrarse a la literatura nacional contemporánea: el trazo de una ruta construida a partir de una decena de ciudades ficticias, producto de la imaginación, un planisferio sin mapas que revela una nación que termina ensombrecida.

“Mi objetivo era leer de otra manera la literatura mexicana, perderme de un nuevo modo, es por ello que elegí una perspectiva espacial y puse en relación díez obras, diez autores, que quizá no tienen mucho en común, temporal o ideológicamente, pero que coinciden todos en la misma operación: la de fundar lugares imaginarios que están en tensión polémica con lugares reales”, explica sobre “Atlas de (otro) México” (Debate, 2025).

El viaje ha sido construido de manera cronológica, incluye ciudades poco conocidas como la Nueva Filadelfia de la novela “El monedero”, publicada en 1861 por Nicolás Pizarro, o Villautopía de “Eugenia”, primera obra de ciencia ficción mexicana aparecida en 1919 y escrita por Eduardo Urzaiz. Otras paradas son ampliamente conocidas: el Comala de Juan Rulfo en “Pedro Páramo” (1955), el Ixtepec de Elena Garro en “Los recuerdos del porvenir” (1963) o la recientísima La Matosa de Fernanda Melchor, escenario de “Temporada de huracanes” (2017).

Un mapa “saturado de posibilidades”, cambiante, en el que se revela “lo que México es, lo que pudo ser y lo que aún no es” acaba por aparecer frente a Lemus: “La imagen que aparece de la historia mexicana es bastante oscura, porque al principio hay mucho de luz y el libro se va ensombreciendo y termina en dos puntos oscurisimos, que son La Matosa y Santa Teresa (tomada de “2666” de Roberto Bolaño)”.

“Así que lo que vemos al principio es todavía un país que ve viable la utopía, que puede pensar alternativas y que encuentra su horizonte más o menos despejado. Con el paso del tiempo, ese horizonte empieza a estar saturado de problemas y de unos años para acá, de cadáveres”. El levantamiento sirve al autor también para reflexionar sobre algunos rasgos que se le achacan a la literatura nacional como aquel que le arrincona sólo al costumbrismo o al realismo mágico, o el que sugiere que Ibargüengoitia es “nuestro único humorista”.

“Son los críticos los que han solido decir que la literatura mexicana es abrumadoramente realista y solemne, me parece que este libro desmiente ambas cosas. Vemos que la literatura mexicana, desde su principio, desde su primera novela “El periquillo sarniento” (1816), hasta el día de hoy, sigue imaginando espacios imaginarios, sigue conjeturando otros lugares que son y no son México”, opina.

De cualquier forma, el saldo para Lemus termina siendo asolador y México como nación se revela como una ficción, o algo que, como Aztlán (la ciudad mítica fundacional del país), está en ninguna parte: “en el libro al último hay una suerte de coda, que es una visita a Aztlán para demostrar que también el país es imaginario, también México es una ficción, es una suma de diferencias atadas por distintas ficciones, entre ellas la de Aztlán”.

  • -Otra ciudad incluida es Quauhnáhuac de “Bajo el volcán” de Malcolm Lowry.
  • -También se ocupa de Plan de abajo, utilizada por Ibargüengoitia en al menos tres obras.
  • -Lemus describe cada ciudad a partir de lo que narra cada autor sobre ellas.

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