A lo largo de los siglos, la Ciudad de México ha recibido la migración de importantes colonias provenientes de todos los rincones del planeta. Turcos, sirios, chinos, árabes, españoles y sudamericanos, entre otros, han elegido la capital del país para iniciar una nueva vida.
La colonia italiana asentada en la Ciudad de México es la protagonista de una increíble historia, la cual se encuentra detrás del nombre de una de las plazas más tradicionales de la urbe, donde el sonido del mariachi nunca para.
Y es que el nombre de la Plaza Garibaldi se eligió para rendir homenaje a dos personajes, abuelo y nieto, que fueron esenciales para la creación de la República Italiana y para reconocer la aportación de la colonia italiana al país.
Pero antes de ser bautizada en honor a los políticos y revolucionarios italianos la plaza ya existía. Esta es su historia.
Una plaza sin nombre
Ubicada en lo que en la época prehispánica se conocía como el barrio de Cuepopan, en la zona de la Lagunilla, la llamada Plazuela del Jardín fue un lugar de reunión de las personas que habitaban la periferia de la naciente Ciudad de México.
Sin un trazo fijo definitivo, durante prácticamente toda la Colonia mantuvo un aire popular, donde los residentes del barrio de Tepito y otros puntos, habitados fundamentalmente por indígenas, intentaban hacer vida común.
En sus inmediaciones se instalaron pulquerías que, a diferencia de los locales modernos, constaban solo de mostradores donde se ofrecía el fermentado, por lo que quienes libaban en la zona debían sentarse en la plaza.
El crecimiento de la Ciudad de México implicó también el de sus barrios, aunque esto no siempre fue de manera positiva. Hacia finales del Virreinato, la Plazuela del Jardín era conocida como punto de reunión de vagos y asaltantes.
Llega el famoso Baratillo
El destino de la Plazuela del Jardín cambió radicalmente hacia el siglo 19, aunque por un hecho relativamente ajeno al propio barrio: el desalojo del famoso Tianguis del Baratillo, donde se podían encontrar artículos de segunda mano y saldos.
Este tianguis fue uno de los más populares e itinerantes desde sus inicios. Primero, su sede fue el Zócalo capitalino, donde era conocido como Mercado de Averías, pues se comercializaban en él los productos afectados por los viajes trasatlánticos.
Sin embargo, para favorecer a las clases altas de la sociedad novohispana, el Mercado de Averías, ya renombrado Baratillo, fue trasladado a la llamada Plaza del Factor, ubicada en Donceles, de donde fue desalojado en 1856.
El tianguis encontró su nuevo hogar en la llamada Plazuela del Jardín, donde anteriormente se vendía pulque y alfarería, por lo que la zona vivió una nueva plenitud gracias a la actividad comercial.
¡Viva Garibaldi!
¿Y cuándo se volvió italiana? Resulta que, a principios del siglo pasado y como preparativo para el centenario de la Independencia, muchas colonias extranjeras decidieron ofrecer regalos de distinta índole a la nación, como los relojes regalados por la comunidad turca o china.
La comunidad italiana, una de las más importantes del país, quería dejar su impronta, así que pidió al gobierno de Porfirio Díaz nombrar una plaza o una calle en nombre de algún héroe italiano con resonancia local. La idea fue pronto adoptada en Guadalajara, y pronto la capital la secundaría.
Así, el 12 de mayo de 1909, la vieja Plazuela del Jardín y del Baratillo estrenó su nuevo nombre: Plaza Garibaldi, en honor a Giuseppe Garibaldi, un héroe de la nación italiana. Quiso el destino que su nieto, Peppino Garibaldi, participara en la Revolución Mexicana al lado de Francisco I. Madero por lo que, al terminar el conflicto armado, el nombre se vio reforzado.
El mariachi fue idea del presidente Abelardo L. Rodríguez, quien tenía la idea de reforzar la identidad nacional mediante este conjunto musical. La plaza ya tenía una tradición de fiesta, por lo que la llegada de la música no hizo sino reforzar esta vocación, misma que ha perdurado a lo largo de las décadas.
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