Si existe algo que Carlos Velázquez (Torreón, 1978) odia en el mundo es aburrirse con un libro: “Me pasa muy seguido que alguien me dice: ‘estoy leyendo este libro, voy a la mitad, pero ya no lo aguanto’. Yo no quiero que la gente se exprese así de mi trabajo, tampoco es que sea un bufón y este haciendo payasadas todo el tiempo, pero el asunto es que la comedia es una parte muy importante de mi, es una de mis influencias y es algo de lo que no me puedo desprender”.
El escritor norteño está de vuelta con ese estilo que le caracteriza, una prosa llena de corrosivo humor y agilidad trepidante. El relato es nuevamente la vía, pero hay algunas novedades: en “El menonita zen” (Océano, 2023) Velázquez experimenta con la ciencia ficción y ha incluido también el cuento más extenso que ha escrito hasta ahora, de 60 páginas. Como en todos sus libros de relatos, una historia va jalando a la otra hasta conformar un todo que funciona como unidad.
“Llega un momento en el que sabes que tienes que parar, este es un libro, de entre todos los que he hecho, único porque todos mis libros de relatos son de 120, 130 páginas y este tiene el doble de páginas, es como si hubiera hecho dos libros en un uno, pero en realidad, aunque hubo un momento de coquetear con la idea de hacer dos libros, todos estos relatos vinieron juntos y si hubiera quitado uno el libro perdía simetría, tampoco era de ponerle más”, cuenta.
Velázquez se ha acostumbrado a pensar la vida en historias, desde la aparición de “Despachador de pollo frito” (2019) ya estaba maquinando las que vendrían en el próximo libro, pero aún así se ha tardado cuatro años en completar su sexta colección de relatos. Sus historias están nuevamente al borde del absurdo, del disparate, totalmente dislocadas, como él mismo define eso que las hace funcionar y encontrar rumbo.
En los siete cuentos que conforman el volumen el lector podrá encontrarse con una chica fitness que siente atracción por los obesos cada vez que se toma unas copas; un menonita que se inicia en la práctica de la meditación entre indocumentados de Ciudad Juárez o un hombre que se convierte en payaso después de que su hermano le arrebata a su esposa.
“Siempre he procurado no perder de vista la factura del relato, que el relato llegue al lector y lo divierta además de que esté bien escrito porque yo como lector me gusta divertirme”, cuenta.
Como en sus anteriores libros, el autor logra crear situaciones extravagantes con personajes inolvidables y una prosa desfachatada. El relato, es sin duda, el género que ha consolidado a Velázquez y aunque prepara un libro de crónicas sobre música y tiene el proyecto de una novela en mente, es ahí donde se siente más libre y funcional: “Tengo muchísimas cosas en la cabeza que podrían servir para un libro de relatos, si no muero de aquí a diez años voy a tener cinco libros de relatos más”.
“Hay algunas cosas que me llaman mucho la atención, por ejemplo no he visto que exista en el panorama de la narrativa mexicana un libro sobre el Metro, en el que todas las historias se desarrollen en el Metro, aquí tengo un cuento de gordos y me gustaría en algún momento hacer un libro de puros gordos, todavía hay muchísimas cosas que quiero contar y siempre estoy pensando en términos de relatos porque es un género en el que me desempeño bien y es un género que siempre estoy consumiendo, todo el tiempo estoy leyendo libros de cuentos, algunos fabulosos que me hacen morir de envidia”, concluye.
A DETALLE
- Otra de las pasiones del autor es la música, trabajó diez años en una tienda de discos
- La marrana negra de la literatura rosa y La Biblia Vaquera lo consolidaron como cuentista
- Ganó el Premio Bellas Arte de Narrativa Colima por su libro El pericazo Sarniento
MAAZ