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100 años de identidad: Entrevista al muralista Ariosto Otero

Desde 1980, el creador ha dedicado su vida a mantener vivo el movimiento artístico mexicano

CULTURA

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Ariosto Otero y Bernardo Noval frente al conjunto muralístico El regreso de los Dioses. Explanada Leona Vicario, Secretaría de Gobernación. Septiembre 2022. Créditos: Cortesía

Ariosto Otero es uno de los muralistas contemporáneos más representativos de nuestro país; el primer mural lo realizó en 1980 y, desde entonces, ha plasmado la historia, justicia y mexicanidad, a través de las obras que ha realizado en instituciones y espacio públicos de México y de otras latitudes. A unos meses de terminar su obra más reciente, en la Secretaría de Gobernación, Otero platica sobre el muralismo.

¿Cómo surgió su interés por el muralismo?

Mi interés en sí no surge como un interés, yo toda mi vida he hecho arte. Cuando tuve la necesidad de expresar mayores cosas, ideas, pensamientos, ideologías, el único recurso que me daba la mano era el muralismo, entonces encontré la dimensión que necesitaba para poderme expresar de diferentes maneras. Hoy en día los jóvenes piensan “yo quiero ser muralista” y no es así, no es de querer, se trata de ser. Por otro lado, atrás de un muralista hay un bagaje histórico importante de técnicas, trabajo, conocimiento de materiales, pintura de caballete, grabado, escultura, litografía, serigrafía, en fin, toda una preparación que sirve para armar al muralista. Cuando llegué a ese punto, ya venía con una máquina cargada de todos estos conocimientos que me permitieron abrirme camino en el muralismo.

¿Qué influencias complementaron su bagaje?

Las influencias siempre las va a haber, mi vida en España tuvo mucho que ver con la Academia de San Fernando y con el mundo de los clásicos, con los que podría decir que conviví muy de cerca en el Museo del Prado. Por otro lado, no podría hablar de ese peyorativo que no me gusta de “los tres grandes”, no estoy de acuerdo con ese nombre porque yo puedo estar influenciado de todos, desde Fermín Revueltas hasta Chávez Morado, Zalce, O’Gorman. Siempre hay influencias, pero al final uno encuentra su propia ruta, su propia forma de expresar y hacer.

¿Cuál ha sido el aporte más relevante que ha podido extraer de su experiencia como muralista?

Cuando voy a hacer un mural lo primero que hago es escribirlo, me lo empiezo a imaginar. Como el guión de una película. Tengo un muro de tanto por tanto y en ese muro desarrollo una historia, que no tiene nombre, ya que pienso que al final los mismos murales se ponen el nombre. Siempre he sostenido que los murales tienen un diálogo entre sus personajes y elementos, y otro con el público que los ve. 

Cuando llego al muro casi tengo armado el mural en la cabeza. Sí hago bocetos y apuntes, pero en el camino fui entendiendo que el boceto era 30 por ciento y el otro 70 por ciento está en la mente: el muro dice a dónde va, también la arquitectura donde está, el edificio, lo que hago es leer, investigar toda la temática, para enriquecer el guion, al final es una película, una película fija diría yo. De esta forma voy encontrando los diálogos entre los elementos y los personajes, así como la acción de cada uno, su actitud. En mi obra no tengo a nadie que esté paralizado, nadie está quieto, todo se mueve, todos están en actividad; los que miran también están en acción y eso le da al mural no solamente fuerza, sino la posibilidad de dialogar con el espectador.

(Créditos: Cortesía)

No es fácil, pero es la forma de trabajar y de sentir el muralismo que corre por mis venas, no es un ejercicio para ver si uno pinta bonito o feo, es una enorme responsabilidad social con el país, con la identidad, con la mexicanidad, con lo que somos. Siempre estoy pensando en ese compromiso y cuando la obra llega a su fin, puede defenderse por sí misma.

Hasta ahora, los aportes que he hecho al muralismo están en toda la ciudad y en el extranjero. Recientemente cumplí 43 años haciendo muralismo y sigo dejando aportes, porque no he parado. La cuestión es hacia dónde voy al final de la vida. La respuesta es: pues a los andamios, no tengo otra ruta más que esa, seguir trabajando como lo hecho hasta ahora.

¿Cómo ve el muralismo en México?

Lo veo vigente. No somos muchos, se habla de cientos o de miles, no es cierto, somos muy pocos. Los pocos que somos estamos de pie y trabajando.

El muralismo es una esencia milenaria que nos pertenece a los mexicanos, porque es el arte monumental de un país como el nuestro que se lo dio al mundo, no hay otro país en el planeta que tenga esa aportación histórica de crear un concepto artístico llamado muralismo. La construcción de un mural, además de ser arquitectónica, tiene sus códigos que forman la obra: desde la didáctica, lo épico, la escenografía, la cinematografía, la integración plástica, la poliangularidad, todo eso es lo que forma un mural.

Sin embargo, el muralismo en los últimos años ha sufrido mucho y sigue sufriendo en la actualidad, ya que nuestras autoridades de cultura no lo tienen dentro de sus prioridades y tampoco hay apoyos.

¿Cómo explicaría la importancia del muralismo 

a las personas que desconocen el movimiento?

Lamentablemente se fue perdiendo en el camino, hace unos 35 o 40 años, porque nos han ido transculturizando.

A la familia, a la señora del mandil y de la bolsa del mandado era fácil encontrarla en la Secretaría de Educación o en Palacio Nacional viendo los murales. Cuando se empezó a cobrar, y llegaron nuevas expresiones artísticas, la gente dejó de ir y, poco a poco, se empezó a perder esa conciencia hacia el muralismo, porque el muralismo es del pueblo, es de la gente. 

¿Cómo hacer para que la gente regrese? 

Precisamente haciendo obra permanente. Por ejemplo, están los murales que acabo de terminar en la Secretaría de Gobernación, pero esta dependencia ya cambió, ya no es más ese “bunker del terror”, ahora es un organismo del Estado, importante, pero humanizado. La gente puede ir y visitar los murales, sólo muestra su credencial de elector y lo dejan pasar para que vea siete murales en casi mil metros.

Por otro lado, la gente no se entera muchas veces de que puede ir y es importante que vaya, no sólo para el autor, sino porque en los murales está la narrativa de nuestro mundo, de lo que nos pasa en la política, en lo social y en lo cultural; está el ejemplo de lo que es ancestralmente nuestra identidad, lo que me importa mucho a mí es contarle a la gente, porque precisamente mis murales son para que las personas vean una obra que es de ellas, porque yo no hago muralismo para mí, lo hago para ellas y para que participen con el mural.

El muralista debe tener una cualidad: tiene que despojarse de la egolatría, no debe ser un ególatra, porque se debe a su pueblo, a la gente, al país y esa es una responsabilidad, no es para su fama, ni para el genio. A lo mejor las famosas serán sus obras, uno va de paso.

¿Qué legado entrega a México a través de su obra?

Yo tengo una conciencia real de lo que soy y que me debo a mi país, trabajo para mi país, pienso todos los días en mi país y eso me hace tener una responsabilidad con la obra que hago. Cada obra que yo elaboro la realizo con una gran consciencia de responsabilidad política, social y cultural con México.

Lo primero es mi país, después la institución o el espacio en donde está la obra. Mis murales los produzco para que permanezcan, todos están vivos y los hice con la misma conciencia, nunca ensayé a ver si era o no era, siempre fui lo que soy. Para mí, el muralismo corre por mis venas. Si lo vemos como un legado, mi legado es ser un buen mexicano, cumplir con mi país, México siempre está por delante. El legado es la obra, pero no es mío, es de la obra. Yo puedo desaparecer, pero la obra no. 

PAL