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La muerte, hermosa y poética, según Orlando Mondragón

El poeta y médico cirujano obtuvo el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por Cuadernos de patología humana, un libro sobre la enfermedad y el fin de la vida

CULTURA

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Orlando Mondragón en su estudio Créditos: Heraldo Media Group

La vocación por la medicina, dice Orlando Mondragón, nació cuando siendo un niño comprendió que su gusto por otros niños lo ponía en una situación de vulnerabilidad, y, por ello, debía proteger a quienes se encontraban en su misma circunstancia. Además, en Ciudad Altamirano, Guerrero, el lugar donde nació, no había una profesión más prometedora que la de ser médico. En aquellos años ya recitaba poesía y había descubierto que tenía un lenguaje con el que sentía que algo, en lo profundo, lo hacía vibrar. 

La medicina y la poesía, esas dos formas de mirar al mundo, se conjuntaron en Cuadernos de patología humana (Visor Libros, 2022), poemario por el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, siendo el primer poeta menor de 30 años en ganarlo. Dicho reconocimiento ha puesto al médico cirujano nacido en 1993 y estudiante de la especialidad en psiquiatría en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, en la mira de las voces poéticas que están transformando y refrescando a las letras mexicanas. 

“Nunca me han preguntado por qué quise ser poeta, pero sí me han cuestionado por qué quise ser médico, y entiendo la pregunta, a veces, es insufrible. Creo que ambas profesiones tienen mucho que ver, son una forma de explorar la humanidad, pero, claro, desde maneras muy distintas, de conocimientos y sistemas distintos”, explica el cirujano en entrevista.

Lo cierto es que Mondragón se abrió paso en el mundo literario en 2017 con el libro Epicedio al padre” con el que obtuvo el IV Premio de Poesía Joven Alejandro Aura.

Ahora, con los Cuadernos, hace una exploración profunda sobre sobre su experiencia con la enfermedad, la muerte y el dolor, pero también sobre la visión de todos aquellos relacionados con los sistemas de salud: desde el paramédico hasta el cuidador, pasando por el personal de enfermería y los familiares. Es así, un poema coral sobre la vida y la muerte. 

La escritora Margo Glantz, miembro del jurado, lo definió así: “si no fuera melodramático, diría que en el poema la muerte es hermosa”.

¿Por qué eres poeta?

Cuando estaba en la Fundación para las Letras Mexicanas fui seleccionado para estar en la residencia de psiquiatría y me sentí en una encrucijada, pensé que debía elegir una o la otra. Sin embargo, lo pensé, conversé con muchos amigos y entendí que la medicina y la poesía no son dicotómicos, que se pueden combinar, y, hasta ahora, he sorteado ambos caminos. 

Entre tantas voces y emociones, ¿qué te hacía elegir una experiencia sobre otra para transformarla en poesía?

La mayor dificultad al escribir el libro fue recrear una atmósfera de hospital. En un primer momento sólo consideré al médico como el portador o el único personaje del libro, además de los pacientes. Sin embargo, me di cuenta de que un ambiente hospitalario es como un microcosmos, como una célula que trabaja por sí misma y que tiene a sus cuidadores, a las enfermeras, a los conductores de ambulancias, por eso quise reproducir todo eso en el libro, los personajes están por ahí, dispersos. 

Se ha dicho que tu obra va de la calidez al frío. ¿Es intencional?

A veces el médico lleva una barrera emocional, no por una necesidad de bloquear al paciente, sino por autoprotección, no puedes dolerte con cada uno de tus pacientes, en términos prácticos es insano. Uno de los gatillos, de los motivantes que me llevó a escribir este libro es desmitificar la profesión. El médico es visto como una entidad mítica, santa, que a todos atiende, a todos cura, tiene una voluntad sobrehumana para poder curar la enfermedad. También quería desmitificarlo por la parte fría y cruel, del que pone demasiada distancia. Somos humanos y esta humanidad es la que nos hace quebrarnos, nos hace que, con varios pacientes, esa frontera que separa al médico del enfermo, se diluya completamente. Esta comunicación que se da entre dos desconocidos, que comparten una historia llena de dolor y es profundamente entrañable, es humana, es necesaria. Creo que la finalidad era eso, decir cómo a pesar de ser desconocidos nos seguimos necesitando, el médico al paciente y viceversa. En la belleza también puede estar lo terrible, en algunos poemas se filtra la distancia y el lenguaje es parco y hay una estructura narrativa, lo que cuento son instantáneas. 

La enfermedad y la muerte son incómodas en una sociedad como la nuestra. ¿No te lo parece?

Nuestra relación con la muerte es muy particular. Por una parte, creemos que es celebratoria con la festividad del Día de Muertos, pero creo que eso es una máscara, es una fiesta sumamente nostálgica. A México y al resto de Latinoamérica se les observa como fogosos, felices y fiesteros, pero es por esa distancia que ponemos con este tipo de eventos. No nos gusta pensar en la muerte, usamos eufemismos para eludir el tema con la gente que queremos. Incluso, cuando uno de nuestros familiares de avanzada edad nos dice que va a morir, le respondemos que no, que le quedan 100 años más de vida. Estas conversaciones de comunión las dejamos pasar, y sería bueno que las retomemos.

PAL