CÚPULA

Primera parte: La tercera raíz

La influencia de la lengua y la cultura árabe en México es toral, pero no resulta necesariamente evidente

CULTURA

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Marisol Schulz Manaut en la fachada del Pabellón de México en Expo 2020 DubáiCréditos: Luis Carrillo

“Cuando hablamos de tercera cultura tenemos que pensar en dos terceras culturas”, explicó el escritor Maruan Soto Antaki en su participación –organizada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, bajo los auspicios de la Fundación Universidad de Guadalajara– en Expo 2020 Dubái. Tercera cultura es, claro, la mexicana, resultado de la convivencia entre indígenas y españoles, pero lo cierto es que lo que llegó a nuestro territorio del otro lado del Atlántico constituía ya en sí mismo una tercera cultura: como bien dijo Maruan, en nuestras raíces figura también “lo que habían logrado construir en España 800 años de influencia islamoárabe”. 

“Esa tercera cultura es también la que llega a América”, diagnosticó el escritor. “Es la que empieza a construir en América otra tercera cultura con elementos del mundo árabe tan totalmente compenetrados que sus tradiciones terminan pasando a México en la discreción más absoluta”.

La influencia de la lengua y la cultura árabe en México es toral, pero no resulta necesariamente evidente: es cosa que el equipo de FIL Guadalajara ha venido pensando en los últimos años, desde que anunciamos que el emirato de Sharjah y la cultura árabe serían invitados de honor para nuestra edición 2020. Al obligar la pandemia a realizar ésta de manera virtual, y con ello posponerse la invitación para la de 2022 –que habrá de celebrarse el próximo noviembre–, hemos tenido más tiempo del previsto para pensar los lazos múltiples y ricos que unen a México con el mundo árabe.

En ese contexto, la invitación de la Secretaría de Relaciones Exteriores para que la oferta cultural y académica de la Universidad de Guadalajara fuera parte del programa mexicano en la Expo llegó en un momento muy oportuno. Nos pareció una ocasión única para convocar a dos escritores y una lingüista de excepción a reflexionar en torno a esta otra cultura –la árabe– de la que también venimos los mexicanos, de la que abrevamos todos los días incluso sin darnos cuenta.

Aunque nacida en España, Concepción Company Company es una lingüista destacadísima de México: miembro de número de El Colegio Nacional como de la Academia Mexicana de la Lengua, integrante del Sistema Nacional de Creadores de Arte, es además una verdadera provocadora cultural con el idioma. Además de novelista, Maruan Soto Antaki ha escrito libros sobre pensar –Pensar Medio Oriente, Pensar México– y, en virtud de su origen sirio, es uno de los grandes puentes entre estas dos culturas, alguien que puede manejarse de igual manera como árabe que como mexicano. Escritor traducido a muchos idiomas, editor –junto con su esposa Margarita de Orellana– de la revista Artes de México, Alberto Ruy Sánchez ha dedicado una buena parte de su trayectoria narrativa al entendimiento del mundo árabe, y particularmente de su estética, cuya impronta ha marcado su universo literario.

En dos entregas –por cuestiones de espacio– trataré de resumir lo dicho por ellos en Expo 2020 Dubái, a propósito de la importancia de la raíz árabe en la cultura mexicana.

HASTA LA ALACENA

“En México no tenemos despensas –que es palabra latina–: tenemos alacenas”, apunta con razón Concepción Company. “Los portones se convierten en zaguanes. Piscina, que se usa en España, es sustituido por alberca, sésamo por ajonjolí, olio por aceite, oliva por aceituna. Los ladrillos –del latín laterale– son sustituidos por tabiques, los depósitos por almacenes, las rentas por alquileres”. La lingüista identifica aquí un fenómeno único: la lengua patrimonial latina se hace a un lado y entran arabismos que la sustituyen. “El español se permeó tan profundamente de árabe que muchas veces no sabemos que estamos usando arabismos, que estamos usando lengua árabe sin darnos cuenta”, explica. “Eso está metido en el ADN cultural de los hispanohablantes.”

“Hay más de dos mil voces genuinas árabes de uso cotidiano en el español, y aumentan a poco más de cuatro mil si añadimos los derivados –como almacenar, que viene de almacén–, los topónimos –Guadalajara o Andalucía son arabismos–, los nombres propios –Guadalupe, Almudena”. Pero, como apunta, en el español que se habla en México el fenómeno se ve reforzado: “Juntas, las lenguas que siguen al árabe en préstamos –náhuatl, maya y quechua– suman menos de 520 voces. Y la que les sigue en el México actual es el inglés, con menos de 200 voces. El nivel de interferencia es tan profundo que no hay equivalente en ninguna de las otras lenguas del mundo”.

Más asombroso, el español toma del árabe no sólo léxico, lo que es normal, sino morfología, que es la parte interna de la lengua. “El artículo al se ve muy bien en almacén, almohada, alcohol”, concede Company, “pero ya no se ve tan bien en azote o en abalorio. Lo mismo el sufijo -í –como en baladí, que es una moneda de baja categoría del reino de Granada, de los nazaritas. Y por supuesto están todos los gentilicios en -íes –pakistaníes, etcétera–, y el sufijo -ez también es arabismo: de ahí apellidos como Hernández, Sánchez y Martínez”.

También legó el árabe al español preposiciones. “Las primeras documentaciones de hasta”, advierte la lingüista, “datan del siglo XI: viene de un arabismo, jata, y a partir de él se producen expresiones mestizas como ‘hasta casa el diablo’, o podemos decir que ‘desde Dubái hasta México hay 20 horas de avión’. Ningún hablante entiende ésas como expresiones mestizas: son parte integral de la lengua española, ya están asumidas”.

Hasta la alacena –dicho en buen español mexicano, pero también en buen árabe– de la relación entre nuestras dos culturas nos llevaron nuestros contertulios en Expo 2020 Dubái. En la próxima entrega, y abrevando de las intervenciones de Maruan Soto Antaki y Alberto Ruy Sánchez, procuraré detallar qué hemos hecho en nuestro país con ese legado.

PAL