En septiembre de 1629 no paró de llover en la Ciudad de México durante 36 horas. Aquel desastre, que cubrió de agua la capital novohispana, provocó que la corona española ordenara refundar la urbe en tierra firme. Alejandro Rosas (México, 1969) afirma que la ciudad “estuvo anegada durante seis años”, pero las autoridades virreinales lograron defender el sitio como capital.
Escritor y divulgador de la historia, Rosas se acerca al monstruo de asfalto con motivo de los 500 años de su fundación. En “La Ciudad de México” (Nostra Ediciones, 2022) ofrece un acercamiento, siglo por siglo, a esos acontecimientos que han definido a la urbe más grande y poblada del país: “Es una pequeña aproximación a la historia de la ciudad, porque decir que es la historia de la ciudad es muy pretencioso, es una mirada rápida, amena, divertida y llena de anécdotas y de cosas que de pronto pueden parecer insólitas”, dice.
Ilustrado por Kevin Cuevas, el libro se divide en cinco partes y contiene una sección de lecturas recomendadas. El autor se detiene en episodios como la fundación de la urbe, la historia de su Plaza Mayor, la presencia de intelectuales y escritores o la vida cotidiana novohispana; pero también en la asignación de los nombres de las calles, los temblores, el surgimiento del Metro y los ejes viales y la ciudad que es hoy.
Con una historia de más de 500 años, la Ciudad de México, afirma, es una de las más atractivas del mundo: “En ella se tiene la facilidad de encontrar todo lo que podrías encontrar en otras ciudades, no sólo en términos turísticos, de gastronomía, que no sólo es mexicana, sino que se ha convertido en una ciudad cosmopolita, y que, como todas las grandes ciudades también tiene muchos problemas”.
Rosas creció en Ciudad Satélite, en el Estado de México, pero se considera “chilango”; más tarde se mudó a Tlalpan, de donde ya no salió. La ciudad, principalmente su centro, siempre ha estado ligado a su vida: “Recuerdo como el 15 de septiembre mi mamá nos llevaba al Zócalo unas horas antes del Grito, recorríamos la calle de Madero, comprabamos bigotes, sombreros, huevos de confeti, veíamos la iluminación y cerca de la noche nos retirabamos para ir a cenar a la casa de algún tío, esos fueron mis primeros contactos”,
El autor afirma que existe una especie de amor-odio con la urbe: “Por el tráfico, el smog, por las manifestaciones, puede ser una cosa, pero cuando la asumes así y sabes que nada va a cambiar en ese sentido, te sientes a gusto en la ciudad, aunque sea monstruosa, y para la gente que viene de fuera, una vez que le vas agarrando el gusto te das cuenta que ni es tan amenazante ni tan peligrosa, sino como todas las ciudades del mundo. Yo no la veo como la ciudad donde ya no se puede vivir”.
A DETALLE
- Cinco secciones, por siglo, conforman el libro
- El volumen concluye con los sismos de 2017
- También se ocupa del tema de la contaminación
MAAZ