Para entender la historia de la música es preciso conocer su origen, los elementos que la componen, el instrumento, el lugar del que proviene, el contexto socioeconómico y también los ritmos que la alimentan culturalmente.
Miriam y Citlaly, jóvenes de 16 y 17 años, provenientes de Tabasco, entienden que la marimba tiene una gran historia, sin embargo, el valor para ellas proviene mayormente de su identidad.
“La marimba es un instrumento de percusión que consiste en una serie de láminas de madera de distintos tamaños, que, colocadas a diferente altura, producen sonidos hermosos, las notas musicales”, explicó Miriam.
Para ambas jóvenes, pertenecientes al Semillero Creativo Marimba Infantil Manglares de Centla, de Tabasco, el amor por este instrumento llegó a temprana edad como parte de un legado de sus padres y abuelos. “La marimba está dividida en cuatro secciones; la armonía, que es la parte que yo toco, es la parte que de alguna manera le da sabor a las melodías”, compartió Citlaly, quien desde los cinco años comenzó un estudio formal con el instrumento.
Ambas jóvenes, cuya preparación y aprendizaje comenzó en los primeros seis años de su vida, se han presentado en el Auditorio Nacional y en el Teatro de la Ciudad de México; en diferentes partes de Centla, Tabasco y en el Festival Internacional Spivakov Moscow Meet Friends, en Rusia, donde los niños y jóvenes del ensamble representaron a México, en 2019, en la sección de música tradicional.
“Los Semilleros son aprendizaje, pero también una hermandad, nunca había conocido a tantos amigos, tantas costumbres, tradiciones y lenguas, aprendimos que juntos hacemos más”, explicó Miriam.
Alex, de 10 años, también forma parte del programa de la Secretaría de Cultura; él encontró en la literatura creativa una salida a sus ideas: en el futuro desea ser ilustrador de libros para niños. Para ejemplificar lo que se construye en colectividad, en los Semilleros Creativos, el joven, proveniente de Hidalgo, recitó una parte del poema que el 24 de noviembre presentará en el Auditorio Nacional, como parte de Tengo un sueño. “Tu alma es tan grande como la de los gigantes, más grande que no cabe en el corazón”, expresó.
A Alex le preocupa la desaparición del hñahñu, lengua otomí que poco a poco pierde hablantes en su comunidad.
Diego es representante del Semillero Creativo de Danza de Isla Mujeres, Quintana Roo. Con 13 años, decidió cambiar al futbol —al menos por ahora— por la danza, una disciplina que lo llena de orgullo y que le permite expresar sus sentimientos. “Llevo un año en el Semillero Creativo; la verdad es que entré porque vi a mi hermana bailar con tanta seguridad y alegría, que yo también quise hacerlo, ahí se me quitaron los miedos e inseguridades y conocí a muchos amigos. Ojalá también abran más Semilleros de otras disciplinas”, señaló.
Actualmente, más de 12 mil niñas, niños y jóvenes forman parte de los 329 Semilleros del país. Son, de acuerdo con la secretaría de Cultura, Alejandra Frausto, “la compañía artística más grande y diversa de todo el mundo”.
Una parte importante de esos espacios son los maestros: agricultores que se encargan de cultivar el conocimiento en cada una de las semillitas que llegan a ellos.
José Luis Zamora, actor con 34 años de trayectoria, explicó que su labor como docente lo ha enriquecido enormemente como persona, y, además, le ha permitido fomentar el pensamiento crítico, cuestionador y soñador de las infancias y juventudes, por medio del teatro.
“Cuando llegas a un Semillero te das cuenta de que ellos tienen más por enseñarte, que tú a ellos. Sabes que es posible que más de uno no haya visto una obra de teatro en su vida, pero tu labor inicia ahí, donde la voluntad resplandece”, señaló. José Luis se convirtió en profesor de los Semilleros Creativos al igual que otros maestros: aplicó a la convocatoria para poder formar parte de alguno de los espacios; desde el principio compartió con sus compañeros la satisfacción y el privilegio de poder llevar con dignidad y libertad el conocimiento a los niños.
“Existe un fenómeno que llama mi atención y es que los adultos se molestan cuando ven a un niño jugar, cuando lo ven reír o cantar, no se dan cuenta que coartan sus libertades y eso no está bien, los niños merecen ser escuchados, por lo que esta experiencia te permite constatar que si las artes no brindan dignidad y libertad, entonces el trabajo de uno no sirve para nada”, expresó el profesor.
Los Semilleros Creativos tienen como objetivo visibilizar los procesos de formación artística colectiva que se viven al interior de ellos. De manera gratuita, y con un enfoque comunitario, fomentan el ejercicio de los derechos culturales.
Brenda Amarilis Tovar es una directora de orquesta venezolana que trabaja en el programa. Para ella, los Semilleros Creativos son el proyecto más importante de su vida, consideró que la colectividad de estos tiene un poder transformador en las infancias y juventudes mexicanas.
“Desde hace ocho años dirijo la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil El Centinela, de Baja California, una agrupación conformada por 137 niños que me han cambiado la vida, y aunque pedagógicamente es una gran satisfacción, personalmente me da gusto que la música sea para ellos una guía emocional y social”, explicó.
Por otra parte, resaltó que entre las semillas y los Semilleros existen valores como el de la amistad, el respeto y la responsabilidad, que, sin duda, ayudan a la formación de un pensamiento crítico que les abre las alas a la libertad.
Tengo un sueño, el magno evento de los Semilleros Creativos de México, se lleva a cabo el 24 de noviembre con la participación de dos mil 100 niñas, niños y jóvenes; mil 700 de ellos participan elaborando la escenografía, que en esta ocasión está basada en los principios básicos del pixel art.
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Alejandra Frausto: “Los Semilleros creativos son la compañía artística más grande de México”
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