VICENTE ROJO

Vicente Rojo. La muda materia

Gracias a él surgieron artistas que llevaron el arte a las calles; se dejó de considerar como un ámbito reservado a los museos

CULTURA

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Vicente no se dejó llevar por las modas de su época; él se afianzaba en su peculiar mundo imaginario. Foto: EspecialCréditos: Especial

José Emilio Pacheco calificó el arte de Vicente Rojo como: “Silencio que habla, callada música elocuente”, y aunque esta expresión proviene de un texto en prosa, bien podríamos defender que es un verso: su composición de 14 sílabas lo acreditan como un perfecto alejandrino y el juego de contrarios Música-Callada nos recuerda el oxímoron de San Juan de la Cruz: “La música callada, / la soledad sonora”. Y así, lo que parecía una simple línea en un ensayo de José Emilio Pacheco, se nos abre como una potente imagen poética cuya fuerza invita a dilucidarla, a pensar, por ejemplo, ¿qué calla esa música elocuente de Vicente Rojo?

Calla quizás las estridencias de los movimientos artísticos. Vicente Rojo no se dejó llevar por las modas de su época, confiaba en su mundo sensible con tanta seguridad que mientras a su alrededor se regodeaban los artistas en los éxitos del momento, él se afianzaba en su peculiar mundo imaginario. Ajeno a las tendencias, seguramente sus colegas lo miraban de soslayo y a sus espaldas susurraban siseos. Así lo dijo Juan Rulfo: “Vicente Rojo supo fijar siempre sus propias reglas dentro de una rectitud sólo comprometida con su moral artística”.

MAGEN DE TARJETA DEL LIBRO JARDÍN DE NIÑOS. José Emilio Pacheco y Vicente Rojo. Editado por El Colegio Nacional, 2019. Cortesía: El Colegio Naciona

Calla la complacencia al espectador, Rojo no pintó para agradar a nadie, proyectaba en sus lienzos, como en sus diseños, una visión propia de lo bello, a costa de no ser apreciado ni comprendido: “Indiferente en lo absoluto a la posibilidad de halagar a un público”, sentenció Monsiváis. Rojo conforma ese atrevido grupo de artistas y escritores que prefieren un espectador contestatario y desconcertado a uno pasivo y conformista. Y en el límite, quizás ni eso: pintar y crear como un acto de gozo íntimo, sin dar cabida siquiera a la mirada de los otros.

Calla a las exuberancias de la forma, Rojo prefirió crear imágenes a partir de elementos básicos. Su camino artístico fue el de un gradual desapego, tirando peso en el camino, se quedó solamente con un compás en la mano. Nada desdeñable: los antiguos sabían que un compás bastaba para comprender el cosmos y orientarse de noche frente a la bóveda celeste. Las formas elementales, como lo son el triángulo y el círculo, se encuentran en el fondo de cualquier figura. Los matemáticos euclidianos mostraron que para poder descifrar los elementos de cualquier superficie había que dividirla en triángulos.

JULIO LÓPEZ LARA. Rojo. 80, 2012. Impresión en offset. Cortesía: Julio López Lara

La naturaleza tiende hacia la trigonometría. Algún día Rojo intuyó que había un triángulo encerrado en el fondo de todo esto, y nos regaló a la belleza en estado puro. Juan García Ponce lo dice mejor que yo: “La obra de Vicente Rojo se hace cada vez más agresiva en su inmediatez y en su desprecio por la 'bella apariencia'. Números y letras, vistos y tratados en tanto formas puras. El poder expresivo de estos cuadros no quiere estar relacionado con nada que no sean ellos mismos”. Las formas esenciales, la nuda materia, desposeída de lo superfluo, despliega sobre su tela un mundo propio, libre por fin de los significados preconcebidos.

GERMÁN MONTALVO. 80 años Vicente Rojo, 2012. Cortesía: Germán Montalvo. J

Calla a la idea del arte elitista, Vicente Rojo socializó la belleza en ámbitos populares, como lo fue en el diseño editorial, en los carteles y en la prensa mexicana. Difícil entender cómo fue que nuestro país había perdido la tradición de embellecer el espacio y la prensa públicos y, gracias a Rojo, esta tradición no sólo se recuperó, sino que se revitalizó. Muchas generaciones crecimos con una nueva educación estética, dejamos de considerar el arte como un ámbito reservado sólo para los museos. Gracias a Rojo surgieron diversos artistas que llevaron el arte a las calles.

El arte de Vicente Rojo se confabuló en torno a la libertad, y quizás esta sea la elocuencia de la música a la que se refiere José Emilio Pacheco: sus creaciones son un bello canto a la liberación del arte y del artista de las ataduras de las corrientes estéticas, canto liberador de las formas a su dependencia de la realidad, canto nuevo de un mundo nuevo. O como acaso hubiera gustado decir Rojo, la creación de un nuevo desorden. Gracias a ese día, quisiera imaginarlo así, que el niño Vicente Rojo confirmó la suficiencia de una esfera y dos líneas para jugar a los mundos, es que hoy en México el arte es de libre acceso para cualquiera que desee, con sus fieles rudimentos, obsequiarnos la música. Y ese legado no devolverá siempre al Rojo vivo.

Por Miguel Maldonado