Miles de personas desaparecen cada día en México y muchas de ellas nunca regresan: siguen perdidas, son secuestradas o sometidas y algunas son asesinadas. La desaparición no sólo es drástica para las personas que lo viven en carne propia, sino también para los familiares, quienes se encuentran inmersos en un limbo al desconocer lo que le ha sucedido a su ser querido. Sin saber si su pariente está vivo o muerto, ellos lo buscan y lo esperan durante años, sin poder vivir su proceso de duelo.
De acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda, de enero a septiembre de 2020, han desaparecido 4 mil 960 personas; la mayoría de los casos están vinculados con actividades del crimen organizado. La propia administración del gobierno actual reconoce que los números son mayores y el problema es que, según se ha dicho, el desempeño de las fiscalías es “desigual” y muchas veces no se registran los casos.
Vivir de forma tan cotidiana esta problemática nos lleva a normalizar la violencia que se vive en México. Por ello, como una forma de abrir la discusión el tema y darle una dimensión humana, te traemos cuatro proyectos de fotógrafas latinoamericanas que exploran la ausencia de una persona luego de ser asesinada o desaparecida.
Cartas a Gemma de Mariceu Erthal
Gemma Mávil salió de su casa para dirigirse a una entrevista de trabajo el 3 de mayo de 2011 en Xalapa, Veracruz, pero nunca regresó. Unas horas más tarde, su padre recibió una llamada telefónica en la que le pedían un millón de pesos a cambio de su libertad. Sólo pudo conseguir 40 mil. Gemma tenía 29 años cuando desapareció, hablaba cuatro idiomas y estaba ahorrando para poder estudiar un posgrado en Canadá.
A través de Cartas a Gemma, la fotógrafa mexicana Mariceu Erthal explora la ausencia de una mujer desaparecida en México como una forma de inmersión en su mundo. Erthal documentó los lugares que alguna vez ella habitó, la poesía que escribió, las flores que cultivó y el recuerdo de sus ganas de vivir.
Hace uso del autorretrato para interpretar la ausencia de Gemma y su historia suspendida en el tiempo desde el momento en que desapareció. También retoma fotografías del archivo familiar, retratos hechos a sus padres y, lo más importante, una carta que la misma Mariceu le escribe a la víctima. Al contar esta historia, la fotógrafa reflexiona sobre el insoportable dolor experimentado por miles de familias en México.
Tenías mi edad cuando te destruyeron los sueños, y desde que escuché tu historia, tengo miedo de que alguien mate los míos, y si hoy desaparezco, al conocer tu historia leerían la mía, porque habité tus espacios, reconocí y abracé la mirada cansada de tus padres y lloré tu historia interrumpida.
—Fragmento de Cartas a Gemma.
Diana Velázquez Florencio de Andrea Murcia
La madrugada del 2 de junio de 2017, Diana Velázquez Florencio salió de su casa para realizar una llamada telefónica, pero jamás regresó. La joven, quien en ese entonces tenía 24 años, fue violada y estrangulada en Chimalhuacán, Estado de México. Desde el momento de su desaparición, su madre, Lidia Florencio, reportó el caso a las autoridades, pero sólo mostraron su desinterés. Tres años después del feminicidio, su familia sigue en búsqueda de justicia.
A través de un reportaje visual, la fotógrafa de la Agencia Cuartoscuro, Andrea Murcia, explora la ausencia de Diana y el dolor de la familia Velázquez Florencio para visibilizar este otro ángulo del feminicidio porque cuando una mujer es asesinada, no sólo su vida se ve afectada, sino también la de las personas más cercanas a ella. No pasa un día en que Lidia Florencio no sienta culpa por no haber acompañado a Diana esa noche.
Murcia retoma en sus fotografías algunas de las pertenencias más preciadas de la joven; sus libros —los cuales atesoraba—, su bicicleta y sus flores favoritas: las rosas. También retrata los lugares por los cuales ella solía caminar, la casa en la que vivía con su familia y un mural de su rostro que recientemente se realizó en su memoria.
El objetivo de la fotógrafa también es visibilizar casos que como el de Diana, ocurren en las periferias. El Estado de México acumula 106 de los 704 feminicidios registrados en México en lo que va del 2020, según cifras oficiales.
¿Lo has visto? de Cannon Bernáldez
Mirada hacia la cámara, fondo blanco, frente descubierta. Estas características nos suelen pedir para las fotografías de documentos oficiales; muestran nuestros rasgos físicos que hace que unos nos diferenciemos de otros, nos dan identidad, pertenencia, y con ellas podemos hacer trámites para la vida cotidiana. Esta es la premisa de Cannon Bernáldez, artista visual mexicana que creó ¿Los has visto?
Bernáldez se encargó de manipular fotografías de ese tipo para abordar el tema de la desaparición de personas en México. Esas imágenes que alguna vez ayudaron a identificar a una persona, fueron intervenidas por ella hasta dejarlas sin expresiones faciales y sin códigos formales para metaforizar lo que ocurre cuando alguien está ausente.
Su obra contiene una pieza llamada Perder la cabeza y se trata de una fotografía con proporciones de una persona real que la artista rompió por la mitad para luego engranarla digitalmente. Ésta representa la sensación que las familias experimentan cuando una persona desaparece: para ellas aún hay un cuerpo, pero no está el rostro; la persona sigue estando y a la vez no.
Toco tu piel de Manuela Aldabe
Cuando una mujer es asesinada nos olvidamos de que algún día fue un ser social que convivió y que fue querida por otras personas. La ausencia de una persona lleva a las familias a guardar los objetos que les pertenecían y algunas veces no logran deshacerse de ellos porque son el recuerdo que conserva parte de lo que estas mujeres eran.
La uruguaya Manuela Aldabe retoma esta premisa en Toco tu piel, un proyecto que busca la memoria y la dignificación de las víctimas a través de la exhibición de objetos tan íntimos como sus ropas o accesorios. Chamarras, suéteres, zapatos, blusas, collares y pulseras son colgados por la artista en las paredes de las casas de estas mujeres para luego ser retratados.
El acto fotográfico de Aldabe implicó un involucramiento profundo con las familias, quienes compartieron las razones que los llevan a conservar un objeto o a deshacerse de otro. Las mujeres a las cuales les pertenecían tienen en común el hecho de que fueron asesinadas por hombres con los que mantenían una relación.