CULTURA

Danza contemporánea mexicana: un generoso laberinto

El contacto de intelectuales y artistas de la escena conformaron un crisol de ideas que tuvieron como objetivo construir una visión con respecto al México del momento

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GUILLERMINA BRAVO. Fotografía de Christa Cowrie. Archivo fotográfico | CENIDI Danza/ INBA.

La danza es un referente histórico en nuestro país a partir del periodo posrevolucionario con la presencia de nombres fundamentales, entre ellos las hermanas Nellie y Gloria Campobello, hacia finales de los años 30. El contacto de intelectuales y artistas de la escena conformaron un crisol de ideas que tuvieron como objetivo construir una visión nacional con respecto al México del momento.

Cuentan las crónicas que los pioneros de aquella época de la danza, a partir de los difíciles viajes de las Misiones Culturales, observaban atentamente y con respeto los movimientos de las comunidades rurales, campesinas e indígenas y lograban transfigurarlos en escenas que permitían establecer la conexión con los espectadores.

Sentido del contacto

Aquellas obras de danza se enfocaron en entender las maneras de moverse, caminar, hablar y vivir con cada movimiento: el de una joven madre bailando, escribiendo, contándonos de sus ocupaciones y preocupaciones o convocando multitudes para participar en danzas colectivas –vestidas de rojo que semejaban una flama encendida–. Más adelante, Waldeen retomaría esa idea. En otro momento, Guillermina Bravo diseñó la Cantata a Hidalgo con un numeroso grupo de alumnos. El sentido es el contacto con la ciudadanía para lograr danza contemporánea con motivos que provienen del pueblo y para el pueblo. Con la fuerza de las ideas del muralismo, las obras dancísticas de la época recorren y recuperan los motivos expresionistas del movimiento en los bailarines. 

GLORIA Y NELLIE CAMPOBELLO. Foto: Archivo fotográfico-CENIDI Danza/INBA

Este fue parte del legado que, con el impulso de las hermanas Campobello, debe afianzarse en la memoria de todos los que reconocemos en la danza contemporánea una forma de arte. Formidable legado para los jóvenes que actualmente se interesan en la creación artística, a través de la coreografía.

Procesos creativos

Hacia finales de la década de 1940, se impulsa la creación de la Academia de la Danza Mexicana con Ana Mérida y Guillermina Bravo, que funcionó inicialmente como compañía de danza y taller coreográfico y posteriormente se convirtió en un espacio de creación y producción artística en la llamada “Época de Oro” de la Danza Moderna Mexicana. El proyecto tuvo una enorme e influyente presencia en los escenarios; desde el origen se propuso como una institución educativa profesional cuyo quehacer académico y artístico se basó en el rescate, revaloración y difusión de las expresiones artísticas mexicanas. Vinculando la tradición con las nuevas corrientes artísticas y dancísticas, así como el conocimiento científico con el arte y las expresiones de las culturas locales. Se destacan nombres como Waldeen, Ana Sokolow, José Limón, Guillermo Arriaga, Rocío Sagaón, Rosa Reyna, Josefina Lavalle, Evelia Beristáin, Xavier Francis, Amalia Hernández, entre muchos otros bailarines y coreógrafos que conformaron el movimiento que consolidó el perfil mexicano de la danza moderna. Fue fundamental la estrecha relación con otras figuras del arte y la cultura: Miguel Covarrubias, Carlos Chávez, José Chávez Morado, Carlos Mérida, Juan Soriano, Carlos Jiménez Mabarak, Walter Reuter, Seki Sano, Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo, Blas Galindo y una extensa lista de creadores involucrados en los procesos creativos de la danza en aquellos años.

ESCUELA NACIONAL DE DANZA. 1955. Fotografía de José Servín | Archivo fotográfico-CENIDI Danza/INBA.

Pasión y exploración

La danza en México se fortalece por la entrega, convicción y compromiso de cada bailarín que se reconoce en la mirada del espectador –junto con él se transforma y completa la alquimia de la puesta en escena–. En ese momento nacen complicidades y se revelan instituciones como el Ballet Nacional, dirigido por Guillermina Bravo, conocida como La Bruja por su carácter y capacidad de provocar nuevos derroteros en el movimiento dancístico.

En los años 60 surgen otras iniciativas como el Ballet Independiente, con Raúl Flores Canelo. Y como la danza contemporánea es movimiento perpetuo, vertiginoso, apasionado y exploración, manan de manera natural voces como Expansión 7, Alternativa, Mórula, Forion Ensamble, Tropicana’s Holiday, de Graciela Enríquez, entre otras.

Crecimiento intrínseco

La riqueza florece de manera interminable: queda la constancia del Ballet Teatro del Espacio, de Gladiola Orozco y Michel Descombey, propuesta que dejó huella en la historia escénica de este país. Esta pareja de artistas y promotores estaban convencidos de que el cuerpo del bailarín puede y debe fortalecerse cada día sin tregua ni reposo: el crecimiento como parte intrínseca del proceso. La danza contemporánea en México se ha hecho manifiesta contra viento y marea con propuestas dentro de recintos universitarios: Danza Contemporánea Universitaria, de Raquel Vázquez y Danza Libre Universitaria, de Cristina Gallegos.

En la década de 1980 se producen cambios estructurales que estimulan la danza contemporánea independiente. Florece, a partir de un vivero emblemático, el Premio INBAL/UAM/FONAPAS, reconocido parteaguas en el panorama contemporáneo de la danza que ha permitido abrazar el aquí y ahora de coreógrafos mexicanos. La función de los finalistas en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, se ha realizado con aforo máximo. 

CUERPO MUTABLE. Teatro en movimiento. 1982. Fotografía de Jorge Contreras Chacel | Cortesía Lidya Romero.

Drama de la acción 

La búsqueda de diferentes propuestas coreográficas radica en el valor del cuerpo en sí mismo, fuera de referencias nacionalistas y anécdotas circunstanciales. Sus motivos son atravesados por el movimiento puro y directo, por la acción del drama –o por el drama de la acción–. Los salones de ensayo son laboratorios de investigación, donde prueba y error forman parte de la inquieta e inquietante consciencia de la danza. En tiempos de COVID-19, ¿desde dónde y hacia dónde se pueden explorar las posibilidades del cuerpo? La danza que es contacto de miradas y de piel al desnudo, ¿se quedará en las pantallas de las computadoras, en las tabletas o dispositivos? La danza que implica riesgo de investigación y cercanía con el espectador, ¿será parte de la historia que no volverá a suceder como antes?

No lo creo, en verdad confío que, como dice Thiellard de Chardin: “Al final no somos seres humanos que viven una experiencia espiritual, sino que somos espíritus viviendo una experiencia humana”. La espiritualidad de la danza será la herencia que recogerán las generaciones inmediatas y que la harán florecer una vez más.

Por Marco Antonio Silva

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