¿Qué tenían en común Charles Chaplin, el célebre director D.W. Griffith y Francisco Villa? Probablemente pocas cosas, salvo una: durante los primeros años del siglo pasado los tres tuvieron contratos de exclusividad con la productora de cine Mutual Film.
Uno de los primeros grandes conflictos bélicos después del nacimiento y estallido del cine fue la Revolución Mexicana. Sin embargo, a pesar de que el medio estaba muy acreditado en la Ciudad de México y las principales urbes del país, su desarrollo era muy desigual, por lo que no muchas figuras lo vieron como un arma potencial. Solo Porfirio Díaz y Pancho Villa se dieron cuenta de ello.
Hay mucho de leyenda en la forma en la que se cuenta la vida de José Doroteo Arango Arámbula, conocido como Francisco Villa. Desde sus orígenes, en un pequeño poblado de Durango, hasta la forma en la que llegó al cine.
Se dice que, durante una de sus constantes incursiones a El Paso, Texas, Villa descubrió el cine y se enamoró perdidamente de él. Viendo la forma en la que las imágenes en movimiento cautivaban a la gente, el Centauro del Norte pensó que también podría ayudar a ganar la revolución.
Otra versión indica que, durante la batalla de Ciudad Juárez, donde Villa logró derrotar a las tropas federales, un grupo de cineastas fue capturado por sus fuerzas, lo que llevó a una negociación. Lo cierto es que el 3 de enero de 1914, en la misma urbe fronteriza, el héroe mexicano firmó un cuantioso contrato con la Mutual Film Company de Estados Unidos.
Los términos son bien conocidos: Villa obtendría 25 mil dólares de la época, los cuales sirvieron para comprar el primer tren hospital para atender a los heridos de las batallas, además de un porcentaje de las ganancias de las dos películas que se comprometió a realizar para la Mutual.
Del lado norteamericano, los productores tendrían la exclusividad de las batallas y podrían pasar sus películas primero en los territorios conquistados por el Centauro, además de tener el compromiso de que, si las batallas no se veían bien a cámara, siempre se podrían recrear.
También implicó un cambio en las tropas villistas. Una serie de uniformes empleados por las tropas británicas en la Guerra de los Boers fueron donados por la productora para que los combatientes se distinguieran en la batalla. Así nacieron los famosos Dorados de Villa, que no eran por el oro, sino por el color café de los uniformes militares.
A pesar de todas los cuidados que emplearon, el primero de los filmes no funcionó como deseaban. Villa se había comprometido a pelear solamente entre las 9:00 y las 17:00 horas, pero en Ojinaga, las tropas federales intentaron aprovechar la noche para sorprenderlos. Al final, los villistas ganarían la batalla, pero las condiciones de luz no permitieron tener buenas tomas.
Una cosa muy distinta ocurrió con la segunda cinta, basada en la historia de Francisco Villa. O en la versión hollywoodense de su historia, la cual fue retocada como una especie de western y cuyo relato echó raíces en la memoria nacional, quedando casi como su versión oficial.
En “The life of General Villa”, el recorrido de nuestro héroe inicia cuando una de sus hermanas, quien vivía en la hacienda familiar, es raptada y violada por dos militares. Uno de ellos es asesinado en el acto por Villa, pero el otro escapa.
Al huir, el joven Villa, interpretado por Raoul Walsh, se enlista en las tropas revolucionarias y gana numerosas batallas. El destino hace que se encuentre con su némesis en Torreón, donde también lo ultima. La cinta culmina con la recepción del caudillo en la capital, donde es aclamado como presidente.
A pesar de sus muchas licencias, la película retoma casi todos los aspectos de la biografía oficial de Pancho Villa. Por desgracia, la cinta se ha considerado perdida desde hace algunas décadas, así que salvo las notas de prensa de la época y algunos fragmentos, no quedan muchos rastros de ella.
Poco a poco, el nuevo héroe fue perdiendo fuerza en los Estados Unidos. El golpe de gracia lo asestó el propio militar con su incursión a Columbus, hecho que lo convirtió en el enemigo número uno de los norteamericanos. Allí pasó de ser una especie de Robin Hood mexicano a ser el villano favorito de películas de bajísima calidad que rondaron durante 1916 los cines locales.