“La reina Charlotte: Una historia de Bridgerton” es la nueva serie de Netflix que ha causado gran alboroto entre los fanáticos de la plataforma, todo gracias a su agridulce historia de amor cuya dificultad más grande fue una extraña enfermedad. Aunque pocos saben que está basada en un hechos reales y que el rey Jorge III marcó la historia de Inglaterra con un padecimiento que enfrentó en medio de sus labores reales.
Nacido en Londres en 1738, el rey Jorge III asumió el trono a los 22 años y es recordado por su dedicación política; además, fue considerado un personaje sumamente culto al ser uno de los primeros monarcas que estudió ciencias -tal y como se muestra en la producción de Shonda Rhimes-. Se trató de un monarca muy querido por el pueblo, incluso, en algún momento fue llamado “el granjero Jorge” debido a su gusto por la agricultura.
Una vez que asumió sus deberes reales se enfocó en asegurar la sucesión y para ello buscó como esposa a Carlota de Inglaterra, quien se convirtió en reina a los 17 años. Como parte de una muestra de su inmenso amor le regaló el ahora Palacio de Buckingham, ambos tuvieron 15 hijos y gran parte de los conflictos en su matrimonio, señalan, se debieron a la extraña enfermedad que aquejaba al monarca.
Enfermedad del rey Jorge III
La serie de Netflix muestra al personaje del rey Jorge III, interpretado por el actor Corey Mylchreest, como un hombre impredecible que podía tener arranques de furia por lo que podría lastimarse o a quienes lo rodeaban, motivo por el que se mantuvo alejado de la reina Charlotte durante los primeros momentos luego casarse, un comportamiento que no estaba alejado de la realidad.
Robert Willis, uno de los médicos del rey Jorge III, señaló en uno de los registros que se conservan sobre la salud del monarca que en ocasiones podía presentar estados de delirio en los que también se mostraba irritable logrando calmarse con palabras de aliento y ruidos que variaban. Durante su juventud gozó de buena salud, por lo que los primeros síntomas en 1780 causaron confusión y desataron debate entre los médicos reales.
Fue tal el revuelo que algunos expertos lo diagnosticaron con “locura”, sin embargo, debido a los síntomas que presentaba y su comportamiento se ha señalado que pudo haberse tratado de trastorno bipolar o algún otro problema mental. El rey murió el 29 de enero de 1820 en el Castillo de Windsor.
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