En marzo de 2020, el mundo entero se detuvo y, con él, las luces de los escenarios alrededor del mundo. Los conciertos, obras de teatro y demás actividades culturales se vieron interrumpidas de manera indefinida, lo cual en su momento significó la pérdida de trabajo no solo de actores, también del personal encargado del montaje escénico.
Meses después de esta interrupción forzada, y gracias a las nuevas tecnologías, surgió una alternativa que, sin bien no reemplazaba los recitales en directo, era una luz en medio de tanta oscuridad: los eventos por livestreaming.
Estas transmisiones en vivo consiguieron lo que hace años parecía imposible: congregar a una audiencia mundial a disfrutar un evento totalmente en vivo desde la comodidad de sus hogares. Artistas de talla mundial como Dua Lipa, Pablo Alborán y BLACKPINK son algunos de los valientes que apostaron por esta alternativa.
A punto de perder las esperanzas, el semáforo epidemiológico en la Ciudad de México pasó a color amarillo y con él, llega la apertura de diversos recintos culturales. A partir del 17 de mayo, los foros con una capacidad máximo de mil 500 asistentes podrán operar a un 30 por ciento de su capacidad y, aquellos que rebasen esta cifra de aforo, tendrán permitido el ingreso máximo de 500 personas.
Esta noticia, además de ser motivo de festejo, abre la incógnita latente acerca del futuro de los eventos en vivo. A pesar de la anticipación por su regreso, la oferta de eventos online se mantiene fuerte y no presenta señales de que desaparezca pronto.
Al hablar de los beneficios del streaming podemos destacar la ruptura de barreras geográficas, permite una mayor difusión del evento y la accesibilidad de precios contra los eventos en vivo; sin embargo, la falta de control del ambiente durante la grabación, la clara disminución de patrocinios y reducción de trabajo para el staff son claras desventajas de este modelo.
Más allá de las carencias técnicas, todo aquel que ha tenido la oportunidad de asistir a un evento presencial podrá confirmar que la falta de interacción es el factor crucial que lo diferencia de los vistos frente a una pantalla.
Uno de los motivos por los que el público decide asistir a un concierto de su artista favorito, una obra de teatro basada en su libro preferido, es compartir el momento con personas con intereses similares y elevar el evento a otro nivel. Lo mismo sucede del lado del artista; no es lo mismo para ellos cantar frente a una cámara que escuchar a los asistentes corear uno de sus temas al unísono o contemplar la respuesta en sus rostros al recitar sus diálogos.
Esta necesidad de intimidad es el principal factor que nos asegura el regreso de los eventos en vivo, pero esto no significa que nos despidamos del livestreaming. Vivimos en una constante evolución tecnológica y le estaríamos dando la espalda al futuro rechazando esta alternativa. Lo que se espera es que la industria del entretenimiento evolucione a un formato híbrido, expandiendo su oferta y permitiendo su objetivo principal: entretener a las masas.
mgm