Columna Invitada

La banalidad del mal

Las imágenes desgarran la imaginación. Los testimonios recabados describen actos brutales e inhumanos ejecutados durante por lo menos 16 años en ese lugar de manera cotidiana

La banalidad del mal
Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Me repugna y asombra la inverosímil costumbre de normalizar los actos más atroces que suceden en nuestro país, desde “El Pozolero”, los “43” hasta el más reciente descubrimiento del rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco. La insensibilidad de los políticos, la evasión de responsabilidades y la raja política es despreciable; sin embargo, el silencio cómplice de la sociedad me deja helado. Esto que acontece es un ejemplo más de la crueldad y la atrocidad normalizada y encubierta en México, cuyo origen está en los altísimos niveles de corrupción, impunidad y olvido.

               Las imágenes desgarran la imaginación. Los testimonios recabados describen actos brutales e inhumanos ejecutados durante por lo menos 16 años en ese lugar de manera cotidiana. La negligencia de las autoridades de Jalisco y federales demuestran algo más que una omisión. El rancho ya había sido identificado desde 2017 a raíz del relato de un sobreviviente. En septiembre de 2024, agentes de la policía estatal realizaron un operativo en Teuchitlán y detuvieron a diez hombres que portaban armas de uso exclusivo del Ejército. En ninguno de esos dos momentos se inició una investigación por parte de la Fiscalía de Jalisco ni de la General de la República. Incluso, después de los últimos hallazgos, la Fiscalía del Estado de Jalisco no ha ofrecido informe alguno, lo que sustenta complicidades, protecciones y afirma el principio de impunidad en este relato inhumano.

Estamos ante posibles crímenes de lesa humanidad en donde no sólo se lucra, también se explota, abusa, se somete, controla y denigra a las víctimas, sus cuerpos y a las familias buscadoras con fines económicos y de poder. Hemos fallado como sociedad, nos hemos fallado a nosotros mismos y nos hemos vuelto insensibles ante actos que simplemente son inaceptables. Parece que, aunque lo sabemos, no alcanzamos a comprender que México se ha convertido en una gran fosa común, en el lugar en donde buscando a unos, se hallan a otros miles que estaban desaparecidos. ¡Qué tristeza tan honda!

               En esta cloaca, miramos insensiblemente y aceptamos el traslado por la fuerza de niños; los testimonios de sobrevivientes advierten que hubo niñas secuestradas y llevadas al rancho, sometidas a abusos y vejaciones sexuales para después desaparecerlas. ¿De verdad esto no nos conmueve?

               Sabemos que, además del rancho de Jalisco, probablemente muchos otros siguen activos o están siendo instalados en otra parte del territorio, bajo la protección de autoridades municipales, estatales y federales. Lo sabemos porque así ha sido esta maldita guerra desde 2006, porque atrocidades como estas se han vuelto cotidianas durante 19 años.

Teuchitlán da una pista clara y brutal de a dónde van quienes desaparecen en México, un signo de la crueldad que desemboca en el sadismo de los cárteles, la ambición inhumana y cobarde de gobernantes y empresarios.

Hemos normalizado la desgracia, la inmundicia, la violación, el trabajo forzado, la desaparición, el tiro de gracia, la brutalidad. ¿Qué más tiene que pasar para despertar la conciencia?

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ

@DIEGOLGPN

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