No fue la Inteligencia Artificial la que informó en vivo el 5 de febrero, por televisión, la limpieza étnica de Gaza. El anuncio de una próxima "Riviera del Medio Oriente" basada en el plan de deportar a dos millones de palestinos para construir villas junto al mar sobre más de 50 mil cadáveres provino de dos gobernantes reales y profundamente pedestres, que mostraban alegremente su amistad ante las cámaras: Donald Trump y Benjamin Netanyahu.
Los desvaríos cínicos de Trump son un bálsamo para los oídos del primer ministro israelí, quien al ralentizar las negociaciones con el grupo palestino Hamás llevó a éste a anunciar el lunes un aplazamiento de la liberación de rehenes prevista para el 15 de febrero.
Asimismo, Tel Aviv no parece estar considerando seriamente una retirada completa de Líbano en el plazo fijado (el 18 de febrero según el acuerdo ampliado). Es en este contexto que entran en juego las repetidas demandas israelíes de crear una zona de amortiguamiento de tres kilómetros de profundidad a lo largo de la frontera con Líbano, lo que impediría el regreso de la gente de las aldeas fronterizas libanesas.
El presidente Trump también ha reiterado su intención de activar el proyecto de deportación de palestinos de Gaza, pidiendo a Egipto y Jordania que los acogieran. El martes incluso amenazó con suspender la ayuda a estos dos aliados si se negaban a hacerlo. Cada año, Jordania recibe unos 750 millones de dólares en ayuda económica de Washington y 350 más en ayuda militar.
Así que, por lo pronto, el rey jordano, Abdullah II, dijo que su país estaba dispuesto a acoger a 2,000 niños gazatíes enfermos.
Es verdad que al Presidente estadounidense gusta la polémica y la provocación; sirven para imponer los términos del debate y evaluar las reacciones antes de adoptar una política más concreta. Pero el punto es ése, que sin pudor se permite anunciar semejante monstruosidad y que no se le acuse de criminal por ello.
El proteccionismo comercial era una política del siglo 19; desaparecer a enteras poblaciones también. Hoy, se discute en el discurso público la viabilidad y el grado de dificultad de la implementación de ambas cuestiones. Pero no son lo mismo, y anunciar la limpieza étnica de los palestinos es testimonio de una profunda deshumanización en la que, además, participa la Unión Europea.
La ensordecedora indiferencia de la mayoría de los gobiernos europeos ante la deshumanización de los palestinos y la autodestrucción del mismo Estado, Israel, que pudo proclamarse con ayuda del imperialismo europeo en 1948, sigue siendo un espectáculo abrumador.
POR MARTA TAWIL
Investigadora de El Colmex
MAAZ