A pesar de la frecuencia con la que se echa mano de la retórica sobre el “golpismo” en las democracias contemporáneas, lo que impera hoy en día no son los golpes de Estado sino los procesos de erosión democrática. La diferencia fundamental entre unos y otros está en sus distintas temporalidades: los golpes suceden rápida y definitivamente, tal y como su nombre lo indica, mientras que las erosiones suelen ser graduales e inciertas. Los golpes rompen las democracias; las erosiones las desgastan hasta acabar con ellas… o no.
De hecho, según el pormenorizado recuento que ha hecho Laura Gamboa (Bogotá, 1983) en su libro Resisting Backsliding. Opposition Strategies Against the Erosion of Democracy (Cambridge University Press, 2022), el saldo de los procesos de erosión democrática en América Latina es el siguiente: de un total de 137 democracias (entre 1978 y 2019), en 25 de ellas hubo “líderes con pretensiones hegemónicas”; 14 de esos líderes trataron de hacer efectivas dichas pretensiones; 2 de ellos lanzaron autogolpes (Serrano en Guatemala y Fujimori en Perú), los otros 12 adoptaron estrategias de erosión; de esos 12, 6 fracasaron (Suazo en Honduras, Febres en Ecuador; Menem en Argentina, Alemán en Nicaragua, Uribe en Colombia, Zelaya en Honduras), 5 tuvieron éxito (Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Hernández en Honduras, Ortega en Nicaragua) y uno era incierto (Bukele en el Salvador).
Gamboa terminó de escribir su libro a finales del 2020. Hace unos meses tuve la oportunidad de charlar con ella (esa conversación aparecerá en mi próximo libro, Mar de dudas. Conversaciones para navegar el desconcierto, coeditado por Gatopardo y Grano de Sal). Gamboa me dijo que, considerando lo que ha pasado en los últimos cuatro años, ya contaría el caso de Bukele como otra erosión exitosa y a López Obrador entre los “líderes con pretensiones hegemónicas” que han desplegado estrategias de erosión. Un problema, me explicó, es que “en algunas ocasiones este tipo de análisis lo haces en tiempo real, al momento que está transcurriendo el proceso y, por lo mismo, con mucha incertidumbre”.
La originalidad de su investigación está en preguntarse no tanto por lo que hace la fuerza hegemónica sino por lo que puede hacer las oposiciones al respecto. Contrastando los casos de Venezuela y Colombia, muestra que en el primero la oposición optó por objetivos radicales y estrategias extrainstitucionales que el chavismo aprovechó para radicalizarse, mientras que en el segundo la oposición fue moderada e institucional y logró resistir la erosión que impulsaba el uribismo.
Finalmente, Gamboa amplía el foco de la comparación y discute los casos de Bolivia y Turquía (más parecidos al de Venezuela), Polonia (más parecido al de Colombia) y Hungría, este último de particular interés pues no cuadra con su teoría: cuando la coalición hegemónica concentra demasiado poder y el contexto internacional es impotente, indiferente o incluso habilitante, las oposiciones pueden quedarse sin recursos para resistir y la erosión, entonces, se acelera.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@CARLOSBRAVOREG
MAAZ