La Fundación Sebastián (Patriotismo 304, San Pedro de los Pinos, Benito Juárez, 03800, CDMX) presenta una notable exposición de la artista visual Alicia Amador, “Cuerpos conversos”. En sus propias palabras: “Proceso de re-simbolización del cuerpo femenino”, que en constante metamorfosis enuncia una resistencia a la acinesia. La rebeldía en movimiento está inspirada en glosas de composición renacentista, aplicadas a unos soportes peculiares: nueve formas ovoides en dos formatos, Divertimento, La Gloria y Barroco, en 65 x 45 x 45 cm; y Las olas, Luna roja, Eclipse, Entre mujeres, Alegoría de un sueño, Baño turco, en 90 x 65 x 65 cm. Núcleo flotado de acrílicos que se acompaña de una decena de papeles (temples y crayones de óleo) y un díptico en lino, todo de impecable factura.
La composición de tramas plásticas y objetos contenedores de la danza de las protagonistas, concilio de seres-figuras animadas que prescinden de varones, guarda comunión con el grito gozoso de la poeta argentina (1936-1972), ya que los huevos (del latín ovum, “óvulo”) intervenidos evocan su origen, en este caso el de ser aves potenciales, y cumpliendo su naturaleza baten sus alas despegando de los cascarones, ejerciendo su voluntad a ultranza, con la holgura propia de quien no le rinde cuentas a nada ni a nadie. Calca de la independencia que exigen y demandan las artes en su fábrica de maravillas para consuelo de sus devotos observantes.
Diálogo crítico con los símbolos por antonomasia de la mujer: huevo, perla, concha de mar, luna. Modalidades de la fertilidad, acaso el deseo, el vuelo de la libertad. Quizá por ello con tersura poética se pregunta: “¿Puede la conversión de la forma clásica a un trazo abstracto liberar al cuerpo femenino del fetiche y restituirle una dimensión oculta? ¿Puede recuperarse lo sagrado del símbolo si redibujamos su dimensión fluida?” Y las respuestas son positivas dada su solvencia de oficio y la fuerza de su expresión. Talento cultivado en los talleres de grandes maestros, Gilberto Aceves Navarro, Germán Venegas, Jorge Obregón, Marco Arce y Tomás Gómez Robledo; además de atender clínicas de historia y filosofía del artes con historiadores y críticos de primer nivel, Raimundas Malašauskas, Ingrid Fugellie Gezan, Luis Rius, Blanca González y Jorge Juanes.
Pintura de género de gran belleza cuyos contenidos manifiestan convicciones profundas y principios no negociables relativos a la reivindicación de los derechos de las mujeres y el combate a la violencia y la subestimación que padecen. Sin banalizar su discurso estético la autora deconstruye convenciones sociales y familiares, cuestiona el orden patriarcal y expone la descomposición de lo público por la corrupción, la injusticia y la explotación.
Alicia Amador jamás sucumbe a las tentaciones de la ideología o la religión, delimita la geografía de su imaginación y en esa poligonal traza e inventa, acude a las texturas y las manchas, gesticula y se desplaza a sus anchas, porque ha descubierto que los soportes de su varia invención son el territorio de la órexis (del griego ??e???, “deseo”), opuesto al apetito, porque el deseo posee intención, procede de la reflexión y cultiva la interpretación, nunca emana del instinto.
Le asiste la razón a Wislawa Szymborska (1923-2012): “La realidad no se desvanece / como se desvanecen los sueños. (...) / No hay escapatoria, / la realidad nos acompaña en cada huida. / Y no hay una estación / de nuestro itinerario / en la que no nos espere”. Y justo como la polaca, Alicia Amador, luminosa siempre, nos recuerda que las batallas no se libran en los sueños, sino aquí y ahora.
POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
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