Era el 7 de junio de 1911. La revolución había triunfado; Porfirio Díaz estaba fuera del país, exiliado de su patria para nunca volver a poner pie en ella. En el ambiente soplaban los vientos de un nuevo comienzo en la vida de México, pero no eran otra cosa que una ventisca de paso inmediato y refrescante por unos cuantos segundos. Madero llegaba triunfante a la Ciudad de México. Emiliano Zapata lo esperaba para hablar sobre el reclamo agrario. Acordaron reunirse al día siguiente en la residencia de Madero.
Fue la primera entrevista que sostuvieron ambos y, paralelamente, era el encuentro entre dos proyectos distintos. Zapata tenía muy claras sus demandas: "Lo que a nosotros nos interesa es que, desde luego, sean devueltas las tierras a los pueblos y que se cumplan las promesas que hizo la Revolución", le comentó el caudillo del sur. Ante tal inquietud, respondió Madero: "Todo eso se hará; pero en debido orden y dentro de la ley, porque son asuntos delicados que no pueden ni deben resolverse de una plumada y a la ligera. Tendrán que estudiarse, tramitarse y resolverse por las autoridades del estado".
El levantamiento había terminado, pero los objetivos estaban lejos de cumplirse. Por un lado, a Madero le preocupaba la conciliación nacional y el licenciamiento de las fuerzas revolucionarias, pues las armas ya no eran necesarias a su parecer. Por otro lado, Zapata buscaba devolverles a los campesinos las tierras controladas por los hacendados.
Para demostrarle su situación, le comentó al jefe de la revolución, con su carabina en la mano: "Mire, señor Madero; si yo, aprovechándome de que estoy armado, le quito su reloj y me lo guardo, y andando el tiempo nos llegamos a encontrar los dos armados y con igual fuerza, ¿tendría usted derecho a exigirme su devolución?".
"¡Cómo no, general, y hasta tendría derecho de pedirle una indemnización por el tiempo que usted lo usó indebidamente!", le contestó Madero. "Pues eso justamente es lo que nos ha pasado en el estado de Morelos", replicó Zapata, "donde unos cuantos hacendados se han apoderado por la fuerza de las tierras de los pueblos. Mis soldados, los campesinos armados y los pueblos todos, me exigen diga a usted, con todo respeto, que desean se proceda desde luego a la restitución de sus tierras". La reunión terminó con Madero asegurándole a Zapata que se cumplirían las promesas del Plan de San Luis.
Meses después, las tropas federales bajo el mando de Victoriano Huerta combatían a los zapatistas por órdenes del presidente interino Francisco León de la Barra. Las negociaciones fracasaron y las antiguas alianzas se desenvolvieron en nuevos conflictos. Madero asumió la presidencia en noviembre y en ese mismo mes el zapatismo proclamó el Plan de Ayala sintiéndose traicionado: "[...] declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la Revolución de que fue autor..." La demanda agraria continuaba y las armas se convirtieron en la única voz de la población.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
MAAZ