Mujeres en la historia

Isabel La Católica

La ex reina de Castilla se las arregló para que todos aquellos que se interponían entre ella y el trono fueran muriendo o quedaran fuera del juego

Isabel La Católica
Gerardo Laveaga / Mujeres En la Historia / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La vida de Isabel de Castilla (1451-1504) estuvo zarandeada por dos pasiones torrenciales: fe y ambición. Desde joven creyó fervientemente que Dios le había elegido para cumplir sus designios, los cuales incluían la implantación de “la verdadera religión” en Europa. Esto exigía, a su vez, que ella se convirtiera en reina de Castilla. 

No se detuvo ante nada para alcanzar su meta. Se las arregló para que todos aquellos que se interponían entre ella y el trono fueran muriendo o quedaran fuera del juego. Esto incluyó a Enrique IV, su medio hermano y monarca en turno, a la hija de este –a la que declaró bastarda y refundió en un convento– y hasta a su propio hermano.

Supo tejer y destejer alianzas con la nobleza, el clero y los militares. También con Fernando de Aragón, con quien contrajo matrimonio, no sin antes dejarle claro que ella sería la única reina de Castilla. El aragonés, que era tan inteligente como ella, pero carecía de sus ímpetus, accedió. Era más lo que ganaba que lo que podía perder.

Apenas ciñó la corona, Isabel sometió a los nobles que cuestionaban su legitimidad y les arrebató sus castillos. Dejó claro que cardenales y obispos dependían de la corona y no del Vaticano; autorizó la presencia de la Inquisición para doblegar a los herejes; redujo a 5 los 150 cuños de moneda; creó un cuerpo de corregidores que vigilaba que todo el mundo le rindiera cuentas y restableció la Santa Hermandad, su temible policía. En suma, centralizó el poder.

Más tarde, expulsó a los judíos de sus dominios y tomó la ciudad de Granada, último reducto de los árabes en la península Ibérica, con lo cual unificó a España. Por desgracia, la convirtió en una nación intolerante y excluyente. Financió los viajes de Cristóbal Colón para tener más tierras que evangelizar y accedió a dividir, de manera pacífica, los nuevos territorios entre España y Portugal.

Donde fracasó fue en el proyecto que ella y Fernando —“los reyes católicos”, como los bautizó el Papa Alejandro VI— concibieron para expandirse por el continente a través de los matrimonios de sus hijos: el mayor murió apenas se había casado; dos de sus hijas enviudaron y la última de ellas, Juana, tras contraer nupcias con el heredero de los Habsburgo para fusionar a las dos familias, enloqueció.

A la muerte de Isabel, y más tarde a la de Fernando, el poderosísimo reino ya no estaba en manos españolas sino alemanas. Carlos V, hijo de Juana, lo utilizó para defender la causa germánica. “Nadie sabe para quién trabaja”, habrían dicho nuestras abuelas.

La serie Isabel (RTVE/2012-2014) retrata con tino a esta mujer, que acabó convirtiéndose en símbolo de la hispanidad. Si alguna objeción hubiera que poner a la serie es que Michelle Jenner, la actriz que la encarna, luce demasiado amable; demasiado guapa. Los retratos que le hicieron a la reina en su época la develan como una matrona de gesto tan austero como acibarado… Es el gesto que debió tener.

POR GERARDO LAVEAGA

PROFESOR EN EL DEPARTAMENTO DE DERECHO DEL ITAM

@GLAVEAGA

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