El primer ministro Israelí, Benjamin Netanyahu, continúa negándose a firmar un alto el fuego con Hamas. Sin embargo, cuanto más duran las operaciones militares, más asegura su puesto al frente del Estado.
A pesar de las presiones internas y externas, la dinámica favorece al Primer Ministro. Según dos encuestas realizadas en junio por dos periódicos israelíes, el partido gobernante Likud, al que pertenece Netanyahu, ha reducido la brecha con el partido centrista Unidad Nacional de Benny Gantz, cuyo rival más serio renunció al gabinete de guerra.
La supervivencia de Benjamin Netanyahu, a la cabeza de una coalición de derecha y extrema derecha, no enfrenta amenaza seria; las filas de la oposición están muy divididas.
Y si además logra aparecer como quien estabilizó el frente libanés, vería aumentar su nivel de popularidad. En Francia, mientras tanto, la extrema derecha puede tomar el poder mediante las urnas. El partido Agrupación Nacional (RN) obtuvo el primer puesto en la primera vuelta de las elecciones legislativas la semana pasada.
La mayoría de los representantes de la comunidad judía francesa se opone al RN, heredero del Frente Nacional fundado por Jean Marie Le Pen, padre de Marine. Éste fue condenado en particular por impugnar un crimen contra la humanidad tras calificar de ‘detalle’ las cámaras de gas utilizadas por los nazis.
El inexorable ascenso de la extrema derecha en Francia y su consolidación en Israel ya no sorprende. No solucionan los problemas nacionales, sino que atizan las divisiones internas y el odio.
En eso se reconocen bien entre sí y se aplauden mutuamente. Hace poco, el ministro israelí de Asuntos de la Diáspora, Amichai Chikli, decía a la radio pública israelí que la posibilidad de que Marine Le Pen, diputada y líder del partido RN, llegue a convertirse en presidenta de la República Francesa sería 'excelente' dada su 'posición firme' sobre Hamas, la Corte Penal Internacional y el antisemitismo.
Francia todavía tiene una semana para retrasar la victoria del RN, mientras Israel se confirma nuevamente esa preferencia. A Occidente (del que es parte Israel) le está costando mucho admitir que no es el centro del mundo. Macron y Natanyahu, como tantos dictadores en AL, el mundo árabe o África, encierran el debate político en un 'yo o el caos'. Eso nunca es buena señal.
POR MARTA TAWIL
INVESTIGADORA DE EL COLMEX
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