La nueva anormalidad

Que viva Trump

El atentado contra un gobernante —o un aspirante a serlo— amerita una condena generalizada; las diferencias políticas, por el contrario, mantienen con vida la democracia

Que viva Trump
Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Que viva Trump. Y que viva Putin. Que vivan Milei y Bukele, LePen y Mélenchon, Orban y Erdogan, Modi y Maduro. Que viva Claudia Sheinbaum. Que viva, desde luego, Andrés Manuel López Obrador, y no sólo los próximos dos meses y medio: larga y buena vida le deseo en La Chingada o donde quiera que el destino lo lleve. A todos se las deseo, ya sólo porque nada tengo en su contra.

Guardo diferencias políticas más o menos grandes –en la mayoría de los casos enormes– con cada uno de ellos. Pero no tengo reproche personal que formular a ninguno. (¿Cómo sería de otro modo? A la mayoría no los conozco más que por el periódico.) No creo que los problemas de un país se resuelvan con la muerte inesperada de un gobernante en activo o en ciernes o con la de un líder poderoso. Menos si es violenta. En cualquier circunstancia, sistema y lugar, tal hecho no puede sino desencadenar una crisis política, véase económica, de manera inevitable una fractura social (o varias).

Prefiero que la principal potencia política y económica del mundo –con la que nuestro país comparte una frontera y la más estratégica de las relaciones comerciales– corra el riesgo de ser gobernada por un pillo marrullero que coquetea con el fascismo a que su eventual asesinato exacerbe la ya de por sí profunda polarización política de esa sociedad, a que resulte en la aparición de liderazgos aún más divisorios y, peor, en una crisis de gobernabilidad.

Celebro, pues, que Donald Trump –cuyas ideas deploro, cuyos métodos repruebo y cuya persona me irrita– haya salido razonablemente ileso del atentado contra su vida perpetrado el sábado pasado. El único mejor escenario es que hubiera podido terminar su arenga racista, xenófoba y lesiva de los derechos humanos en paz y a salvo.

Tampoco creo que el episodio haya resultado –como tanto especulan los conspiranoicos– de un autoatentado, ya sólo porque me parece altísimamente improbable que un ser humano –por sagaz que se pretenda– corra el riesgo morir a merced de balas disparadas a su pecho o a su cabeza sólo por generar una noticia que redunde en una corriente de opinión favorable. ¿Creo que Trump estaría dispuesto a darlo todo por volver a la Casa Blanca? Casi. La vida no. (Y menos cuando su único rival parece más débil que nunca.)

Defender ideas y aun valores distintos a los nuestros no hace de un político un embaucador. Menos un blanco de asesinato. Cada que deseamos la muerte de un político legitimamos a todos los que han atentado contra uno: también contra Colosio, también contra Kennedy, también contra Martin Luther King. Cada que especulamos con un crimen político como autoatentado abonamos a construir un mundo de conspiraciones, ajeno a la transparencia, la rendición de cuentas y la legalidad.

Que viva, pues, Trump. (Nomás de preferencia que no gobierne.)

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG y Threads: @nicolasalvaradolector

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