Muchos millones de mexicanos, menos los 30 millones que votaron por la continuidad, estamos profundamente desconcertados. Desorientados y algunos hasta perplejos; tratamos de entender qué sucedió el pasado 2 de junio. Me pregunto: ¿en verdad queremos que continue triunfando la violencia?, ¿o que desaparezca el Poder Judicial?, ¿estamos dispuestos a que no tengan voz las minorías?, ¿a que los todopoderosos desconozcan la ley?, ¿queremos seguir tirando dinero en Pemex o en las inservibles obras faraónicas de este sexenio?, ¿ya no nos importa la falta de medicamentos?, ¿o la muy deficiente educación de los niños?, ¿estamos de acuerdo en dar más poder a los militares? No logro entender qué nos está pasando ni puedo vislumbrar la clase de país que se viene.
Recuerdo un episodio lamentable en la historia de España cuando, en 1936, un militar, José Millán-Astray, desafió e increpó al filósofo y escritor Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca. Lo espetó: “¡Mueran los intelectuales! ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!” Espero que no estemos llegando a esto.
Pero por lo visto los humanos nos tropezamos siempre con la misma piedra y el mito del eterno retorno de Eliade o el día de la marmota se repite periódicamente en nuestras sociedades. Solo en unos cuantos momentos de la historia somos capaces de construir algo nuevo y mejor. La mayoría de las veces estamos condenados a repetir nuestros errores una y otra vez.
La división entre buenos y malos (dependiendo solo de que acaten o no los designios de los gobernantes), la descalificación diaria a los medios, a la educación, a los deseos de superación, a la ciencia, a la cultura, al estudio, a la mismísima movilidad social y la condena implícita y explicita a la mediocridad a millones de mexicanos es lamentable en estos tiempos. Decía Simón Bolívar: “Aquel que siembra odios cosecha tempestades”, espero de todo corazón que no nos veamos en esas.
Sería importante que en la nueva administración se le diera importancia al otro, se buscaran consensos, se escuchara a los demás y se dejara de estigmatizar al adversario. Ello conduciría a mediano plazo a una significativa disminución de la desigualdad en una sociedad menos dividida, más homogénea y con una economía mejor para todos.
Por lo pronto, un ambiente enrarecido de resentimiento, revancha y violencia entre los ciudadanos que se ha ido generando hace ya algunos años, me hacen atisbar un momento especialmente delicado para la democracia y la paz en México.
La oposición (cualquier cosa que esto sea hoy), las nuevas organizaciones políticas y sociales que seguro surgirán en estos complicados tiempos y todos los que queremos un México donde se respete la ley, se escuche a las minorías y se combata la brutalidad y violencia en la que vivimos, enfrentamos hoy una prueba de fuego. No nos demos por vencidos.
No permitamos que muera o desfallezca la libertad ni la inteligencia. Como dijo Unamuno ante tanta estupidez: venceréis, pero no convenceréis.
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
PAL