Mujeres En la Historia

Margaret Thatcher

Fue la primera mujer que llegó a ser primera ministra del Reino Unido, ganó tres elecciones consecutivas y sacudió la inercia que tenía postrado a su país

Margaret Thatcher
Gerardo Laveaga / Mujeres En la Historia / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

En 1989, desde la galería del público, tuve la oportunidad de ver a Margaret Thatcher (1925-2013) en acción. Defendía el poll tax en la Cámara de los Comunes, un impuesto que cada adulto estaba obligado a pagar, independientemente de sus ingresos. A pesar de los violentos embates que enfrentó, ella no perdió el control ni un instante. Al salir del parlamento, tuve la sensación de que había sido testigo de la historia, así hubiera sido desde una perspectiva insignificante. 

Sería imposible compartir todas las posturas que defendió Margaret Thatcher a lo largo de su vida —muchas de ellas de un radicalismo insufrible—, pero también sería imposible dejar de admirarla: fue la primera mujer que llegó a ser primera ministra del Reino Unido, ganó tres elecciones consecutivas y sacudió, como pocos de sus antecesores, la inercia que tenía postrado a su país, convertido en rehén de los sindicatos. Lo sacó de su aletargamiento, si bien a un costo altísimo.

Lectora entusiasta de Friedrich Hayek, abogó por la desregularización y la flexibilización de la economía. Como jefa de Gobierno, canceló subsidios y privatizó cuanta empresa pudo, convencida de que un gobierno no tenía por qué dedicarse a lo que correspondía a los particulares. 

Su política de austeridad triplicó el desempleo y le granjeó el odio de quienes preferían vivir de las dádivas del gobierno antes que trabajar. Por ello, la invasión de las islas Malvinas le cayó como anillo al dedo: ordenó que la armada las recuperara y su triunfo sobre Argentina le ganó adeptos. La paulatina recuperación económica de Inglaterra también ayudó. 

Le gustaba enfrentar los problemas en lugar de eludirlos. No era una mujer de consensos sino de convicciones. Encarceló a los dirigentes del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y, cuando algunos de ellos murieron en prisión, tras una huelga de hambre, declaró que la ley no era negociable. 

En 1984, una bomba colocada en el hotel donde ella se hospedaba en Brighton, mató a cinco personas. Ella no desfalleció: sabía que la perseverancia jugaría a su favor.

A escasos diez años de su muerte, sería difícil hacer una evaluación justa de su legado. La película The Iron Lady (2011), la retrata en su última época, ya con demencia senil. En la serie The Crown (Netflix 2016–2023), vemos a una mujer insegura, antieuropeísta y aferrada al poder con dientes y uñas.

Pese a esto, y pese a que siempre desdeñó el feminismo —“el feminismo no ha hecho nada por mí”—, hoy son millones de mujeres las que ven en ella un símbolo de visión, valor y congruencia. Un modelo a seguir.

Hace unos meses, regresé al recinto legislativo británico y volví a encontrarme con Margaret Thatcher. Esta vez, sin embargo, era una estatua de bronce, colocada en el vestíbulo de la Cámara de los Comunes, al lado de Churchill y otros primeros ministros. Confirmé la sensación que había tenido 35 años atrás: había sido testigo de la historia.

POR GERARDO LAVEAGA

PROFESOR EN EL DEPARTAMENTO DE DERECHO DEL ITAM

@GLAVEAGA

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