Columna Invitada

Acceso a la Información y Libertad de Expresión en el Mundo Digital

La digitalización ha transformado radicalmente el escenario comunicativo, prometiendo una era de conocimiento democratizado

Acceso a la Información y Libertad de Expresión en el Mundo Digital
Julio César Bonilla / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

En el vasto y complejo universo del ciberespacio que, en la actualidad, todas y todos habitamos, en el que la información se mueve, transporta y despliega con la velocidad de la luz y en cantidades astronómicas e impensables, se teje una muy intrincada red que conecta cada rincón del planeta. Este inmenso océano digital, alimentado por incontables arroyos de datos, se asemeja a un río majestuoso que nunca descansa en sus flujos, siempre en movimiento, siempre cambiante y extendiéndose hacia todas partes. Esta analogía fluvial, tan poética en su esencia, esconde bajo su calma aparente una serie de corrientes subyacentes llenas de tensiones, desafíos y dilemas que nuestras sociedades deben enfrentar, especialmente en lo que respecta al acceso a la información y la libertad de expresión.

La digitalización ha transformado radicalmente el escenario comunicativo, prometiendo una era de conocimiento democratizado. La posibilidad de acceder a un volumen de información sin precedentes y la capacidad de expresarse libremente en plataformas globales, al menos en teoría, solidifican, sostienen y potencian los pilares sobre los que se asientan las democracias. Cada voz, por más marginal que sea o parezca, tiene la oportunidad de ser escuchada; cada perspectiva puede encontrar su audiencia. No obstante, esta abundancia informativa trae consigo paradojas complejas. La sobrecarga de información y la proliferación de la desinformación se entrelazan, complicando la tarea de discernir entre lo verdadero y lo falso, lo relevante y lo trivial; y, claro, entre lo útil y lo perjudicial.

Las tecnologías de inteligencia artificial (IA), diseñadas para personalizar y optimizar nuestra navegación por este vasto mar de datos, juegan un papel ambivalente frente a nosotros como usuarios de las diversas plataformas a las que hemos incorporado nuestras vidas. Si bien nos ayudan a filtrar y acceder a la información que se presume relevante para nuestros intereses, también tienen el potencial de encerrarnos en burbujas ideológicas o bucles de repetición. Estas cámaras de eco, en los hechos, limitan nuestra exposición a opiniones contrarias y, en última instancia, esto hay que entenderlo, restringen nuestra capacidad para ejercer una libertad de expresión plena, sustancial y genuina, basada en un entendimiento diverso y completo de los temas que nos afectan o interesan.

Otro aspecto crítico en este debate es la privacidad y seguridad de nuestros datos personales. En la desenfrenada carrera existente por acumular información, tanto empresas privadas de tecnología como los propios Estados pueden cruzar y ya han cruzado diversas líneas éticas, vulnerando y poniendo en riesgo nuestras libertades y derechos individuales y colectivos. La vigilancia masiva, justificada a menudo bajo argumentos de seguridad o conveniencia por parte de los gobiernos, no sólo es un contundente ejemplo de esto sino que, se presenta como una sombra que amenaza la visión utópica de un espacio digital liberador de nuestras mentes y capacidades.

El dilema acerca de cómo equilibrar la libertad de expresión con la responsabilidad en el ámbito digital se presenta como un desafío formidable. La clave podría residir en desarrollar marcos regulatorios que, en lugar de restringir, empoderen a los usuarios. Esto implica promover la transparencia, la alfabetización digital y el desarrollo de prácticas éticas tanto en la creación como en la implementación de tecnologías.

Es imperativo proveer a una cultura robusta de pensamiento crítico que no solo habilite, sino también empodere a las personas usuarias para sortear con astucia el diluvio de información que caracteriza nuestra era. Este enfoque no se limita a meramente distinguir entre lo falso y lo verdadero; va más allá, incentivando a los individuos a cuestionar la procedencia de la información, comprender sus contextos, evaluar sus implicaciones y reconocer los posibles sesgos detrás de los datos presentados. Tal habilidad para navegar con discernimiento a través del ciberespacio se convierte en un salvavidas indispensable, permitiendo a las personas identificar las corrientes engañosas de desinformación y descubrir aquellos islotes de veracidad que son esenciales para una comprensión cabal y objetiva de la realidad.

En este crucial empeño, la educación asume un papel protagonista para formar a las futuras generaciones de ciudadanos digitales. No se trata solo de impartir conocimientos técnicos sobre cómo usar las herramientas digitales, sino de inculcar una mentalidad crítica que permita a las infancias y juventudes cuestionar activamente lo que ven, oyen y leen en línea. Este proceso educativo debe enfocarse en desarrollar habilidades analíticas, fomentando la curiosidad intelectual y enseñando a las y los estudiantes a realizar verificaciones de hechos, a comparar fuentes y a distinguir entre opiniones y hechos. Al fomentar una cultura de pensamiento crítico y al posicionar a la educación como eje central en la preparación de ciudadanos digitales informados, críticos y activos, estaremos no solo protegiendo a las personas contra las corrientes de falsedad, sino también fortaleciendo los cimientos de nuestras democracias. En este esfuerzo colectivo, radica la promesa de una sociedad más ilustrada, justa y verdaderamente libre. 

En definitiva, el acceso a la información y la libertad de expresión en el ámbito digital son fundamentales para el desarrollo de sociedades cada vez más justas, incluyentes, equitativas y democráticas. Ante los desafíos actuales, nuestra misión es no solo sortear las turbulentas aguas de la era digital, sino también encauzarlas para forjar un futuro donde la tecnología se encuentre alineada con los ideales humanos más nobles. En tal compromiso social radica la clave para transformar el mundo digital en un espacio que verdaderamente amplifique y enriquezca la experiencia humana, celebrando su diversidad, creatividad y anhelo de libertad.

POR DR. JULIO CÉSAR BONILLA GUTIÉRREZ

COMISIONADO CIUDADANO DEL INFO CDMX

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