Esta semana se celebra el día del niño y la niña, y me gustaría aprovechar para hablar del mundo al que se enfrentan nuestras niñas, ya que, en los discursos sobre los retos de las infancias y las adolescencias, se tiende a invisibilizarlas.
Un ejemplo es el embarazo infantil y adolescente. De acuerdo a datos de CONAPO, en 2020 la razón de fecundidad de niñas de 10 a 14 años fue de 1.6 nacimientos por cada mil niñas en ese grupo de edad. Este es un problema que no tiene una división geográfica, ya que los estados que presentan mayores casos de embarazos de niñas y adolescentes fueron Coahuila (2.9), Tabasco (2.9), Chiapas (2.7), Guerrero (2.4), Chihuahua (2.1) y Durango (2.1).
Ninguna niña debería estar embarazada a los 14 años, mucho menos a los 10. Cualquier embarazo precoz debe levantar las alertas sobre la atención a los derechos de niñas, niños y adolescentes.
Otro dato de miedo es que la mayoría de los progenitores de los o las hijas de niñas y adolescentes son mayores que ellas, principalmente tienen entre 15 a 19 años, pero pueden llegar a tener hasta 30 años o más.
Esto no es un tema menor: atender el embarazo infantil y adolescente nos demanda un cambio cultural. Hace unos meses se canceló a Dani Flow por normalizar este tipo de conductas, al sexualizar a las compañeras de su hija de secundaria en una canción.
La sexualización de las niñas es tan común y normalizado que se deja pasar en muchos textos sin comentario alguno. Textos como Cien años de soledad, que tendrá su adaptación en Netflix próximamente, o El amor en los tiempos del cólera donde Gabriel García Márquez habla con normalidad de tener relaciones sexuales con menores de 14 años. Textos que ganaron el premio nobel, y que poco se han tenido que enfrentar a las críticas sobre el lenguaje en torno a como se usa el cuerpo de las niñas.
Tampoco creo que es necesario tornar el debate al otro extremo, y que estos hechos se usen como argumento para bloquear los programas de educación sexual enfocados en niños, niñas y adolescentes.
Al contrario, negarles información concisa y sin estereotipos de género termina también por dejarlas en un estado de indefensión. El problema no es que una niña o adolescente tenga información sobre su sexualidad, algo que tiene que verse como natural desde los patrones propios del desarrollo de su edad.
Hay que dejar de ver en las niñas y adolescente el problema a resolver en el embarazo a temprana edad. Se tienen que hacer esfuerzos por que sus parejas no tengan estas asimetrías de poder. Por acercarles métodos anticonceptivos apropiados y gratuitos.
Hay que empoderar a las niñas y a las adolescentes. Esta es una clave para combatir el lastre del embarazo a temprana edad.
POR CATY MONREAL PÉREZ
ACTIVISTA
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