Columna Invitada

Elecciones 2024 y la desinformación: escenarios de suma cero

Una preocupante amenaza digital se cierne sobre el cúmulo de procesos electorales: la polarización social generada por la desinformación

Elecciones 2024 y la desinformación: escenarios de suma cero
Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El año que está comenzando estará caracterizado por 76 procesos electorales a nivel mundial, la mayor cantidad de contiendas por el poder en la breve historia de la democracia moderna. Pero esa cifra es sólo el comienzo, pues se espera que, en los próximos dos años, casi tres mil millones de personas ejercerán el voto en países como México, India, Indonesia, Brasil y Estados Unidos, una cifra nunca vista en la historia de la humanidad.

Como consecuencia de ello, es de esperarse que múltiples plataformas políticas, recurrirán a todo tipo de estrategias para ganarse el voto del electorado internacional, las noticias sobre las elecciones acapararán la atención de los medios de comunicación y por supuesto, los analistas estarán atentos para comentar, predecir y explicar ganadores y perdedores de cada una de las competencias electorales en el orbe mundial.

En medio de este contexto, y aunque quizá, no es el componente central de la democracia, las elecciones se han entendido como la huella de identidad de aquella forma de Gobierno. De hecho, en tiempos recientes, los triunfos electorales se han querido leer, tanto por políticos como analistas de todos los espectros, como la esencia de la voluntad popular, cuando en realidad, solo es una pequeña muestra de todo el esplendor de lo que debería ser la vida en un régimen participativo.

Sin embargo, una preocupante amenaza digital se cierne sobre el cúmulo de procesos electorales: la polarización social generada por la desinformación, de la cual aún, no se tienen claras sus consecuencias.

Lo que sí se conoce con exactitud, es lo siguiente: de acuerdo con datos recabados por medio de la Encuesta Global de Percepción de Riesgos 2023- 2024, del World Economic Forum, se muestra que las personas esperan un futuro turbulento para los próximos dos años, el riesgo más inmediato percibido por los encuestados es la desinformación.

Esto significa que, intensificada por las herramientas digitales y la Inteligencia Artificial, la desinformación puede entenderse como una deliberada y persistente difusión de contenido falso, manipulado, fabricado y erróneo de la realidad que se desea mostrar a los demás, a través de los medios de comunicación tradicionales y digitales. La tergiversación, es la práctica más común al interior del juego político y la lucha por los escaños de poder en cualquier país del mundo, su propagación, es tan necesaria, como la existencia de narrativas de personajes de buena o mala reputación.

Otro factor que se debe tener en consideración acerca de la infodemia es que, si no fuera por el potencial de los medios sintéticos para distribuir de manera incontenible este contenido, quizá la desinformación y sus variantes, serían un capítulo más en la historia de las especulaciones. Pero sus riesgos están en la palma de la mano de cada persona que las consume y debemos preguntarnos cómo podría afectar, en el corto plazo, a los procesos electorales en puerta y, en el largo plazo, a la democracia.

Además del uso de las tecnologías digitales y la Inteligencia Artificial, otro factor potencia los riesgos de la desinformación: que los políticos la utilicen para crear un ambiente de polarización social. No es casual que la misma encuesta sitúe, en el tercer lugar de los riesgos percibidos a corto plazo, la polarización social y política.

 

En este sentido, el primer riesgo que supone la dinámica de la desinformación para el marco electoral por venir es que los actores políticos aprovechen las herramientas digitales para aumentar el rechazo hacia sus adversarios, generando un clima de desconfianza cotidiana hacia el otro. Lo que no han calculado los políticos que ya utilizan estas dinámicas de polarización es que la fractura social que están creando, podría llevar a la sociedad a un resultado de todo o nada y, por lo tanto, el voto no sería por el apoyo o rechazo a una plataforma política, sino para silenciar aquellas voces con las que se difiere. Ganaría de esta manera la intolerancia por encima del contraste de las ideas y la sana convivencia.

Lo que más urge en el entorno actual de competencias electorales que, está por venir, es un ecosistema de competencia favorable al mundo de las ideas y el contraste sano de diferentes propuestas que abonen a enriquecer el mundo de la política actual.

¿En qué momento se comenzarán a ver escenarios extremos de violencia o radicalización provocados por la difusión de un video o audio generado para influir no solo en el voto, sino en la estigmatización del adversario político? Este sería el segundo riesgo de la desinformación en tiempos electorales.

Pero, los riesgos no se limitan a este par que se ha mencionado, ya que, avanzando hacia el largo plazo, la desinformación puede socavar los fundamentos de la democracia en, al menos, dos posibles escenarios.

El primero de ellos, frente a la imposibilidad de controlar la desinformación, los gobiernos pueden verse tentados a cerrar vías de comunicación para ejercer un control férreo sobre los contenidos y, en consecuencia, controlar los mensajes, las interpretaciones y construir su propia “verdad”. Un panorama más autoritario si se le quiere ver así.

El segundo riesgo, más preocupante quizá, es que la desinformación puede generar un estado de descontento entre los votantes que los lleve a desconfiar de la legitimidad del Gobierno recién electo, este escenario por supuesto, le resta legitimidad al ganador del proceso electoral y disminuye de manera sustancial el bono político y social con el que podría iniciar su mandato, ya que la autoridad de sus decisiones estaría seriamente cuestionada en todo momento, aún  sin contar con elementos para ello la ciudadanía.

El 2024 será un año clave para la democracia y su sistema de partidos en todo el planeta; la disonancia que producirá la vorágine electoral y los incontables mares de desinformación digital, podrían conducir fácilmente a la conclusión de que las elecciones son toda la democracia. Un grave error, como ya se ha podido observar que por desgracia se repetirá en repetidas ocasiones a lo largo de todas las elecciones que están por arrancar. De imponerse la desinformación como legitimación perversa del triunfo electoral, la emisión del sufragio en favor de una plataforma política, clausuraría toda opinión y la democracia comenzaría a desaparecer para dar paso a la infodemia como una forma de hacer política.

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES
PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

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