Los efectos del cambio climático, que se viven de manera cada vez más común en el mundo, además de afectar la producción de alimentos, traen consigo otros riesgos, ya que las sequías intensas, que a su vez generan vegetación seca, aunado a las altas temperaturas, potencian la ocurrencia de incendios.
Por ello, la atención a la sequía requiere de innovación y creatividad de quienes están al frente de las instituciones encargadas de su prevención y atención, en especial en el sector primario.
Una interesante iniciativa que se lleva a cabo en el país bajo este objetivo es la campaña #MiParcelaNoSeQuema por parte de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural federal, que encabeza Víctor Villalobos Arámbula.
La dependencia federal, en coordinación con organismos públicos y privados, imparte talleres sobre normatividad asociada al uso de fuego en terrenos agropecuarios, alternativas a su uso en parcela, incorporación de rastrojo al suelo como cobertura y manejo sostenible de insectos, hongos y bacterias benéficas para controlar especies dañinas.
Además, como parte de la estrategia de reducción y control del fuego en terrenos agropecuarios, la Sader trabaja con la Conafor en el diseño e implementación de una aplicación móvil que permita a los productores dar avisos de quema, de forma sencilla a la autoridad competente.
Asimismo, la Secretaría de Agricultura impulsa un nuevo sistema de producción basado en el uso de rastrojo, labranza mínima y diversificación de cultivos.
También, motiva a los estados que forman parte de la Comisión Ambiental de la Megalópolis a restringir sus quemas agropecuarias en temporada decembrina, considerada la de mayor contaminación.
Y es que, las quemas agropecuarias son factor importante en la ocurrencia de incendios. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) el 26.3 por ciento de los incendios forestales registrados en 2022 (seis mil 719) fueron ocasionados por estas actividades.
Si bien la práctica del uso del fuego en el sector agropecuario ha sido ancestral, representa daños en la calidad del aire, pérdida del suelo fértil, avance de la erosión, desaparición de ecosistemas y biodiversidad, aumento en las emisiones de CO2 a la atmósfera y desertificación, entre otros.
Con este tipo de esquemas si se puede actuar de manera más inmediata para difundir y concientizar sobre los riesgos de las quemas agropecuarias.
Será interesante intensificar esta iniciativa en los años por venir, con mayor presupuesto y difusión, ante el cada vez más severo calentamiento global y sus consecuencias. Los fuertes incendios ocurridos semanas atrás en Sudamérica y el año pasado en varios países de Europa son ejemplo de ello.
La coordinación interinstitucional y las alianzas público-privadas serán la base para impulsar esta estrategia y otras, que cambien los suelos erosionados y la pérdida de agrobiodiversidad por un país con más vegetación.
POR MARIANA OTERO BRIZ
COLABORADORA
@BRIZCOCHO
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