Diplomacia Sostenible

Serenidad, preparación y paciencia

Serenidad, preparación y paciencia
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Se atribuyen a Porfirio Díaz las frases “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos,” y “Entre México y Estados Unidos, el desierto.” Ambas reflejan los sentimientos de la mayoría de los mexicanos que vivieron en la segunda mitad del siglo XIX. Normal. México había perdido la mitad de su territorio frente a su vecino del norte.

Menos conocido es el hecho de que, entre 1881 y 1882, cuando dejó a su compadre Manuel González en la presidencia, Díaz viajó a Estados Unidos en compañía de su segunda esposa, Carmen Romero Rubio. Visitó Nueva York, Filadelfia, Chicago, y Washington, entre otras ciudades. Seguramente le impresionó su prosperidad. Pero, más importante aún, en ese viaje tuvo que aceptar la idea de que México y Estados Unidos estaban destinados, inexorablemente, a convivir uno junto al otro. Pudo comprobar que la geografía es un factor determinante en el destino de cualquier nación.  Desde fines del siglo XIX, todo el siglo XX, y hasta el día de hoy Estados Unidos se mantuvo como el principal destino de las exportaciones mexicanas. Lo mismo le ocurrió a Canadá.

Al finalizar la guerra fría, el mundo se reacomodó. La Unión Soviética desapareció. La Unión Europea se amplió. China abandonó el socialismo y lanzó su exitoso modelo de capitalismo de estado. Estados Unidos no se quiso quedar atrás y decidió promover en América del Norte, junto con Canadá y México, el área económica más grande, integrada y productiva del mundo, a través del Tratado de Libre Comercio (TLCAN), que entró en vigor en 1994.

El Tratado trajo grandes beneficios a los tres países, pero amplios sectores de la población en Estados Unidos, sobre todo personas con menor nivel educativo, resintieron que esos beneficios nunca los sintieron en sus bolsillos. En 2016 Trump capitalizó ese sentimiento, y lanzó una ofensiva no sólo contra el TLCAN, sino contra los migrantes mexicanos.

Un año después, Trump alcanzó la presidencia, y buscó acabar con el TLCAN. No lo logró porque enfrentó una gran oposición de los sectores económicos que se beneficiaban de sus exportaciones a México, en especial de los productores agrícolas. Tuvo que dar marcha atrás en sus planes, y negociar un nuevo tratado, el TMEC, que ha profundizado aún más la integración económica entre nuestros países.

Hoy, el TMEC enmarca esa integración, que sin duda es asimétrica. El 30 por ciento del PIB mexicano está ligado a sus exportaciones a Estados Unidos. En cambio, menos del 2 por ciento del PIB estadounidense depende de sus exportaciones a México. Sin embargo, es un comercio cercano a los 800 mil millones de dólares al año, una cifra equivalente al presupuesto de defensa de Estados Unidos en 2024. Es obvio que ninguno de los dos socios puede dar marcha atrás en esa integración, que se construyó en los últimos cien años, sin causar daños considerables a su economía.

La nueva era internacional está marcada por la competencia hegemónica entre China y Estados Unidos. El gigante asiático es el verdadero rival de nuestro vecino. No México. Pero, en lo que parece una estrategia gradual, Trump ha amenazado a sus dos vecinos con imponerles aranceles del 25 por ciento a todas sus exportaciones a Estados Unidos hasta que, dice, eliminen la migración irregular y el tráfico de fentanilo. También amenaza con expulsar de su país a millones de migrantes mexicanos indocumentados, y lanzar algún tipo de operación militar en México para eliminar a los principales líderes de las organizaciones criminales.

No hay duda de que Trump piensa cumplir todas sus amenazas. Quizá no se va a detener por la inflación que causará la imposición de aranceles a la economía estadounidense, ni los costos que impondrá a los consumidores y a muchas de sus empresas. Tal vez tampoco le importará que la expulsión masiva de migrantes pueda dejar sin mano de obra a la agricultura, la construcción y muchos servicios. Pasará un tiempo antes de que los costos mencionados sean muy evidentes, y las empresas y sectores afectados lo obliguen a cambiar o moderar sus decisiones. Pero en algún momento ocurrirá. Trump entiende de negocios.   

El tono amenazante de Trump nos hace perder de vista que el verdadero interés nacional mexicano está en recuperar el control de nuestra frontera sur, e impedir los flujos migratorios irregulares de terceros países que ingresan a través de ella. Igualmente, responde a nuestro interés combatir con severidad a las organizaciones criminales, por la amenaza que representan para la soberanía, la paz y la estabilidad de la nación. Son tareas indispensables para la preservación del estado mexicano.

La estrategia de la presidenta Claudia Sheinbaum parece apuntar en esa dirección. Los flujos migratorios irregulares se han reducido considerablemente en el último año, como ella misma ya se lo hizo notar a Trump. Las recientes operaciones contra el crimen organizado muestran una nueva política de seguridad. Y su llamado a alentar la sustitución de importaciones de China, para beneficio propio, también evidencia que México no quiere ser visto como adversario de Estados Unidos. Pero hay que estar preparados. Por eso el Canciller Juan Ramón De La Fuente está desarrollando una estrategia de protección de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, a la que define como la primera prioridad de la política exterior, con la participación de todos los consulados en ese país.

Esa es la manera en que México está jugando sus cartas. Con serenidad, preparación, sin inútiles precipitaciones al estilo Trudeau, y con mucha paciencia.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

PAL

Temas