Se supone que nadie va a extrañar a alguien que robaba… se supone.
Falleció el pasado sábado, quien fuera un conocidísimo beisbolista a quien podremos llamar el artista del robo de bases.
Conocido como Rickey Nelson Henley Henderson, uno de aquellos que dejan huella por su personalidad, aporte y presencia, no cualquiera es compositor, y a la vez intérprete, algo así con el gran Rickey de los senderos.
Imperdible la entrevista con Don Mattingly en MLB Network, aún con la triste noticia, pues se ve que se llevaban increíble el famoso Donnie Baseball, y el hoy fallecido –desde ahora ya extrañado– Rickey. El primero fue su compañero en esos nada malos años (puso nada más 30.8, de WAR) con los Yankees, donde habló de cómo le convenía venir al bat después de este jugador, quien ya estaría en los senderos incomodando al pitcher, como para tener un (mucho más) posible mejor turno.
Por ahí era sabido como ponía en jaque a los ampayers de home, casi siempre reclamando por ahí una pichada, como para ponerle algo de sabor a su turno, por supuesto siempre con la idea de embasarse; no por nada este Atlético dejó ahí nada más un .401, en el OBP de por vida.
Esa personalidad tan vivaz, y la verdad, tan alegre, dejó una frase para la posteridad: “Si mi uniforme no se ensucia, no he hecho nada en ese juego”, y vaya que lo llevaba al pie de la letra con esos sensacionales robos, curiosamente robó más terceras almohadillas que las segundas bases.
Otra cosa, la verdad simpática del gran Ri-ckey (es cómo se refería a sí mismo en tercera persona); se dice que desde pequeño, hablando de él mismo decía: “Rickey Henderson logró esto, o aquello”, y vaya que está en una lista de lujo, pues al debutar en 1979, y finalizar su carrera en 2003, bateó un HR en cuatro décadas diferentes, algo logrado nada más por enormes como Ted Williams y Willie McCovey.
Sus dos mil 295 carreras anotadas, y sus tres mil 55 imparables, ya eran argumento suficiente como para ingresar al Salón de la Fama, en 2009, nada menos que con 94.8% de los votos, y bueno, por supuesto con su insuperable marca de mil 406 robos de por vida, buenos para estar en 10 Juegos de Estrellas, ganando dos Series Mundiales (1989 y 1993).
Y, por supuesto, su MVP, en 1990, en una carrera meteórica, donde se recordará mucho más por su picardía que por su temprana partida a unos días de cumplir 66 años.
POR ALEJANDRO AGUERREBERE
PAL