La Manigua

10 de enero de 2025 en Venezuela

Para muchos, la Navidad será el 10 de enero del año por venir y sienten que este largo maratón de injusticias va a acabar

10 de enero de 2025 en Venezuela
María Cecilia Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La trillada frase que explica que la esperanza es lo último que se pierde, envuelve esta vez a los venezolanos en una nube de tintes muy contradictorios, pero las ganas de ver caer a un traidor del pueblo a veces pueden más que cualquier análisis lógico y consciente de lo que realmente pueda pasar. Lo que amasa estas expectativas es la gran espera de un “hasta el final” y de un ideológico “no rendirse jamás” que puede verse en el agotamiento de todos los que se han quedado en el país y aquellos que se han marchado siempre con una mano atrás y otra adelante.

Para muchos, la Navidad será el 10 de enero del año por venir y sienten que este largo maratón de injusticias va a acabar. Para otros, la historia es la misma de siempre, con diminutos rasgos de realidad en un sistema ensombrecido por un Estado aliado a delincuentes y narcos. Esta sería en síntesis la manera escueta de explicar el sentir de los ciudadanos, pero hay mucho más de ambas posiciones disputándose en las mentes de cada venezolano.

Lo primero que se observa y lo que siempre se denuncia es la falta de información veraz dentro de un entramado periodístico parcial que miente de un lado y del otro.  Las grandes campañas y asesorías de medios han hecho apuestas que increíblemente se inclinan por manipular las emociones de los espectadores casi siempre desde un lugar ligado a una ideología o la otra. El análisis equilibrado y narración de los sucesos pocas veces relata lo que realmente está o ha estado pasando. El presupuesto nunca conocido por los venezolanos baila de mano en mano, entre agencias, políticos y activistas. La otra parte que confunde es lo poco que se sabe de todos los aliados del régimen puestos a disposición de las autoridades en las décadas pasadas y fechas recientes, menos se sabe si sus detenciones o desapariciones tienen que ver con temas ideológicos o delincuenciales, ajustes de cuentas o porque pertenecen al círculo más poderoso de negocios que sostienen en otros países y sectas delictivas.  Desde la oposición, muy sometida por el miedo o por las alianzas obligadas, surgen muchas dudas sobre la lealtad al proyecto de liberación real de derrocar al régimen o las enormes sospechas de que pactan con ellos para obtener favores o salvoconductos que los liberen de la cárcel y torturas o del otorgamiento de prebendas, regalos y premios que quizás reciben por mantenerse en un silencio de denuncia fingida y a veces dramática del que no se pueden desligar.

A un costado muy desalentador, sobrevive un mal legendario construido por opinólogos virales que muy poco revisan la información que suelen dar hasta en cadena nacional para toda una población que busca respuestas donde no hay datos ni registros de la pérdida o ganancia de los recursos nacionales. La falta de instituciones a las que acudir y dónde buscar información, han hecho de la reciente historia de Venezuela una cazuela de memes y relatos editados que poco ayudan a analizar la magnitud del monstruo con el que se están peleando esas esperanzas.

Y, por último, tenemos las declaraciones de los líderes opositores en el exilio o dentro de Venezuela que se contradicen unas con otras aun proviniendo de los mismos socios y allegados a cada organización partidista.  Un invasor de la autoridad llamado Nicolás Maduro vociferando odio y unas focas que aplauden por ese bozal de arepa que los condena moralmente y una fuerza militar que no sabe si comer o morir en el intento de aquella patria que se les va de las manos.

De manera que la Navidad venezolana se pospone y la libertad quizás se adelanta. Nadie podría decir hoy lo contrario. Ni una cosa ni la otra. Poco que decir, nada de soñar.

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 

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