Oráculo de seguridad

Redes sociales y percepción de la seguridad pública

El fenómeno del doomscrolling –la práctica de consumir contenido negativo de forma compulsiva— exacerba esta sensación de peligro constante

Redes sociales y percepción de la seguridad pública
Jorge Cuéllar Montoya / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

En la era digital, las redes sociales pasaron de ser una herramienta de comunicación a convertirse en un termómetro emocional colectivo. En el ámbito de la seguridad pública, estas plataformas amplifican el miedo y la incertidumbre, a menudo moldeando una percepción de inseguridad que no siempre se alinea con la realidad. 

Actúan como un espejo distorsionado. Videos virales de robos, alertas de desapariciones y enfrentamientos violentos se comparten masivamente, generando un efecto de omnipresencia del crimen. El fenómeno del doomscrolling —la práctica de consumir contenido negativo de forma compulsiva— exacerba esta sensación de peligro constante. Aunque estos casos sean reales, su frecuencia en el espacio digital puede ser desproporcionada respecto a los datos oficiales. 

Un ejemplo reciente es el impacto de los videos de asaltos en el transporte público. Aunque el porcentaje de usuarios afectados sea bajo, en comparación con el total de pasajeros, la difusión masiva de estas imágenes genera una narrativa de peligro inminente que afecta las decisiones diarias, como evitar ciertos horarios o rutas. Esto además limita la movilidad y calidad de vida de las personas.

 Los grupos en plataformas como Facebook o WhatsApp son útiles para advertir sobre riesgos inmediatos, pero también suelen ser caldo de cultivo para rumores y alarmas infundadas. Esto refleja la paradoja de las redes sociales: mientras ofrecen herramientas para la organización ciudadana, también multiplican la desinformación.

 La narrativa creada en redes sociales tiene implicaciones profundas. Por un lado, la denuncia ciudadana en tiempo real puede ser útil para visibilizar problemas estructurales que, de otro modo, pasarían desapercibidos. Por otro lado, la difusión irresponsable de información sin verificar contribuye al pánico colectivo y puede deslegitimar a las instituciones encargadas de la seguridad.

 Aquí entra en juego la responsabilidad de las autoridades y los medios de comunicación. Los gobiernos, en lugar de desestimar las redes sociales como simples espacios de queja, deberían integrarlas en sus estrategias de comunicación. Informar de manera clara y transparente sobre los avances en seguridad, respaldados por datos verificables, puede contrarrestar la narrativa de caos absoluto.

 Es fundamental que las plataformas asuman su responsabilidad. El diseño de algoritmos que priorizan el contenido alarmista contribuye a este círculo de desinformación. Regular estos algoritmos y priorizar información confiable puede ser una medida para equilibrar el panorama. En países como España, los mecanismos de fact-checking han comenzado a trabajar directamente con redes sociales para reducir el impacto de noticias falsas relacionadas con seguridad. ¿Por qué no replicar esta idea en México?

Los medios de comunicación, por su parte, enfrentan el reto de diferenciar entre informar y alimentar el sensacionalismo. En este contexto, una ciudadanía educada y crítica tiene un papel clave: evitar compartir contenido sin corroborar y exigir rendición de cuentas basada en hechos, no en emociones. Así, podemos aspirar a un entorno informativo más equilibrado y menos sensacionalista. La solución está en un esfuerzo conjunto entre ciudadanos, gobiernos, medios y plataformas tecnológicas.

CITA: Los mecanismos de fact-checking han comenzado a trabajar directamente con redes sociales para reducir el impacto de noticias falsas relacionadas con seguridad.

POR JORGE CUÉLLAR MONTOYA
TITULAR DE LA VOCERÍA DE SEGURIDAD DE TAMAULIPAS

@JORGECUELLAR7

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