Ecos de la ciudad

Pensar diferente

Pensar diferente con el subtítulo Filosofía del disenso, es un libro del filósofo italiano Diego Fusaro, publicado en 2017. El fundamento de su obra

Pensar diferente
Humberto Morgan Colón / Ecos de la ciudad / Opinión El Heraldo de México Foto: Heraldo de México

Pensar diferente con el subtítulo Filosofía del disenso, es un libro del filósofo italiano Diego Fusaro, publicado en 2017. El fundamento de su obra, es que vivimos en una sociedad que ha logrado aniquilar todo disenso y modelo alternativo, hasta el punto de dar forma a un pensamiento único, que supone haber conciliado lo posible con lo real.

La obra inicia con una cita de Goethe: Nadie es más esclavo que el que se cree libre sin serlo y refiere que la historia de la humanidad, es la historia del disenso. Desde siempre las personas se revelan, expresan un sentir diferente y lo hacen para oponerse y protestar contra un orden establecido o simplemente contra un sentir común, el consensus que pretende ser lo único legítimo.

El disenso se puede expresar de formas plurales, pero se unifica en decir no al poder, a una situación dada o al orden simbólico y se identifica también con el anhelo de construir una historia alternativa. Para Erich Fromm, los mitos fundantes de la cultura occidental se basan en el acto de disentir, la desobediencia como inicio de la historia humana. El disenso de Adán y Eva para las culturas judías y cristianas o la rebelión de Prometeo para la cultura griega.

El disenso como rechazo de la autoridad y el poder político, eclesiástico, real o simbólico, constituye el gesto originario. Por ello, el poder en todas las épocas y todas sus configuraciones aspira más o menos abiertamente a suprimir el disenso reprimiéndolo o impidiendo que surja en sentido estricto. El disenso es una virtud de las políticas democráticas.

No obstante, las configuraciones actuales de la sociedad de masa, parecen cada vez menos democráticas, debido a tres factores: Vaciamiento de la soberanía popular, reemplazada por la voluntad de los mercados y los gobiernos tecnocráticos; La desigualdad social creciente y la atrofia generalizada de las formas del disenso, negando espacio al pensamiento opuesto.

En nuestro tecno capitalismo, donde las masas son manipuladas para construir un consenso pasivo, la capacidad para disentir está fisiológicamente debilitada, lejos de vivir de disensos, las estructuras políticas posteriores a 1989, están a una distancia abismal del concepto legítimo de democracia. En este régimen no se recurre a la represión y a la tortura, porque en ausencia de cabezas discrepantes y de espíritus rebeldes ya no es necesario.

Fusaro trae a cuenta a John Stuart Mill, quien calificó como despotismo de la costumbre a una especie de conformismo generalizado, en el que todo el mundo piensa y siente del mismo modo, una igualdad de irrelevancia, como la llamó Hegel. Todos sienten, piensan y quieren del mismo modo. El hombre sin identidad se convierte en la nueva figura antropológica hegemónica, se trata de un ser humano flexible y por ende, sin identidad, sin familia, sin consciencia opositora, desarraigado, sin trabajo estable, reducido al rango de átomo consumidor individual y nómada, incapaz de comprender la explotación que sufre.

Para el profesor de historia de la filosofía, se trata de un homo inestabilis, sometido por un poder laxo y permisivo, blando y previsor que lo mantiene en la etapa de la infancia y la inmadurez, ofreciendo diversión permanente y aliviándolo del esfuerzo de pensar. La actual democracia de masas de la sociedad de consumo, ha logrado neutralizar la construcción del disenso, generalizando un consenso omnipresente, mediante un funcional conformismo masivo. Incluso, se permite pensar contra el poder, siempre que se integre en el circuito de producción e intercambio.

Dice Fusaro, que para entender la génesis de este conformismo, hay que regresar a 1989, año que marca la mayor tragedia geopolítica de la segunda mitad del siglo XX, la destrucción de los sistemas socialistas y la consecuente desaparición de la alternativa posible, que no derivó en el triunfo de la libertad para los millones de esclavos del despotismo comunista, según plantea la gran narrativa neoliberal actual.

Antes de 1989 existía una división agonal, entre dos visiones del mundo, cada una de ellas mostraba las contradicciones de la otra, visibilizando mutuamente el carácter ideológico de ambos enfoques. Era un escenario que ofrecía la posibilidad de idear perspectivas alternativas, incluso, más allá de ambos extremos, pero la poco gloriosa caída del comunismo histórico, marcó el triunfo de la ilimitada extensión del tecno capitalismo con su disparatado mito del crecimiento.

Se reanudó entonces, la marcha del capital y la reconfiguración de la tradicional y dialéctica lucha de clases, para derivar en una verdadera masacre de clases. Se trata de la era del fin de la historia y la caída de las ideologías, que no es otra cosa, que la supervivencia de una única ideología, la del pensamiento único neoliberal que santifica el orden existente y que paradójicamente tilda de ideológica, toda visión disidente del pensamiento unidimensional, como lo expreso Herbert Marcuse.

Por otro lado comenta el filósofo, que el orden simbólico de la sociedad de consumo administra los flujos del disenso, los explota para fortalecer las estructuras del poder. Despierta la ilusión de que cuestionar al sistema es posible pero oculta que es el propio sistema es el que reglamenta y controla el disenso. El conformismo ha tomado el control, la masa ya no es una muchedumbre concentrada, sino una cantidad amorfa de “yoes” individuales, que ven, consumen y piensan las mismas cosas, pero de manera solitaria.

Diego Fusaro sostiene, que el carácter clasista de la economía de mercado y lo políticamente correcto, hoy imponen dicotomías estériles y engañosas como derecha e izquierda; ateos y creyentes; cristianos y musulmanes; fascistas y antifascistas; extranjeros y nacionales; homosexuales y heterosexuales; hombres y mujeres; vegetarianos y carnívoros.

Dentro de Las falsas dicotomías, existe la vieja oposición derecha e izquierda, la llama falsa, porque el pensamiento único de las oligarquías financieras es de derecha y es de izquierda en la cultura. El neoliberalismo es un águila bicéfala, derecha del dinero e izquierda de la costumbre. Una costumbre que se sostiene con base en la idea del goce e individualismo, relativismo y consumo, un estilo de vida necesario para reproducir el fundamentalismo del mercado.

La derecha del dinero necesita del átomo social consumidor despojado de pasiones utópicas que no crea en nada, excepto en el mercado. En el mismo sentido, la izquierda de la costumbre enaltece a un individuo aislado que se realiza a sí mismo de manera narcisista, disfrutando sin inhibiciones de una libertad entendida como su propiedad. Si la derecha del dinero con la desregulación laboral procura un trabajador durante toda su vida precario y por eso impedido de formar una familia, la izquierda de la costumbre justifica esto, deslegitimando a la familia y llamandola institución burguesa, obsoleta y glorificando la precariedad como estilo de vida.

El capitalismo es heterófobo, no tolera la alteridad, la pluralidad, ni lo diferente, desea ver por todos lados la misma superficie lisa del mercado. Una humanidad reducida a átomos sin identidad, ni profundidad cultural, meros consumidores anglófonos, sin capacidad de entender otra lengua que no sea la lengua cosificada de la economía. Una sociedad dividida en dos polos desiguales, esclavos precarizados y amos neofeudales.

Los antiguos regímenes autoritarios se derrumbaron precisamente porque pese a ser brutales y atroces no fueron capaces de eliminar la capacidad de pensar en modelos alternativos, convivieron con una dialéctica del disenso y la represión que marcó con lágrimas y sangre la historia de las formas totalitarias que cruzan el siglo XX. Hoy el poder ha cambiado y ya no se ejerce de la forma tradicional con la imposición autoritaria, ahora, se lleva a cabo disolviendo toda alternativa.

A propósito de la caída del comunismo, comenta Fusaro que aunque fue escrita como una crítica a la Unión Soviética, la novela 1984, de George Orwell, parece denunciar una situación mucho más cercana a la realidad de nuestra sociedad de consumo actual, marcada por el conformismo. La neolengua de 1984 es el único lenguaje que en lugar de aumentar disminuye, porque el empobrecimiento del léxico va en paralelo a la pérdida de la conciencia. Al faltar palabras para expresar ideas y situaciones, el pensamiento se reduce hasta llegar a una mera reproducción del orden realmente existente, la neolengua tiene como único objetivo librarnos del esfuerzo de pensar y su consecuencia es que confirmemos constantemente el orden establecido.

En el mundo neoliberal, la política se reorganiza como una variable más del sistema económico. Hoy la política es la economía por otros medios, abdica de su función autónoma y provoca un vacío que deja ausente todo debate racional sobre futuros alternativos. Así, el individuo aislado solo puede soportar el orden existente en silencio.

Fusaro concluye afirmando, que si el individuo comprende que comparte esta alienación con otros y que solo puede librarse a sí mismo liberando a la humanidad entera. Entonces como primer paso, es necesario reconstruir el pensamiento de lo inevitable, que permita volver a pensar el presente como historia y posibilidad. Un segundo paso, es crear una estructura organizativa que sepa reunir a todos aquellos que han llegado a tomar conciencia de que el Todo es falso.

Para alcanzar este objetivo, es condición necesaria superar las divisiones que el poder mantiene entre los humillados, para formar un frente unido de oposición al pensamiento único y a la ideología de lo mismo. Crear nuevos mapas conceptuales, distintos a los que promueve el poder, pensar diferente mediante una conciencia opositora, que permita organizar un proyecto político. Debemos volver a establecer un vínculo vital entre la humanidad que piensa y la humanidad que sufre. Combinar la lucha por los derechos civiles y los derechos sociales, armonizar el derecho a la pluralidad, con lo humano universal. Combinar el gran rechazo al sistema, con los pequeños rechazos cotidianos.

Porque estos, privados del horizonte del gran rechazo son inofensivos, el disenso siempre es político dice Fusaro y por ello no puede abstenerse de atribuir un nombre al enemigo y el enemigo es la sociedad de mercado en lo económico; El neoliberalismo en lo político; El individualismo relativista en lo filosófico y la monarquía del dólar en lo geopolítico.

Fusaro nos insta a no perder la esperanza y nos recuerda a Hegel: El héroe es el que aún despojado de todo, no se ha perdido a sí mismo.

POR HUMBERTO MORGAN COLÓN

COLABORADOR

@HUMBERTO_MORGAN

MAAZ

 

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