Este año es el de las urnas. Más de la mitad de los ciudadanos del mundo entero tendrán la oportunidad de votar para cambiar, renovar o ratificar a sus actuales gobernantes o a sus respectivos parlamentos. De hecho, Bangladés (antes conocido en español como Bangladesh) ya dió la señal de arranque, y le seguirán otros siete de los diez países más poblados del mundo.
Como bien señala Alec Russell en un provocador artículo en el Financial Times, el simple hecho de que literalmente medio planeta tenga la oportunidad de votar este año no es en sí una buena señal para la democracia mundial.
Russell divide en cuatro a los países que tendrán elecciones: tiranías en las que los ganadores obtendrán 99% o más (Rusia, Ruanda); democracias de nombre en las que oposición podría competir, pero no ganar (Irán, Bangladés); un tercer grupo que tendrá elecciones libres y justas pero en que los ganadores promuevan políticas anti-liberales o que ataquen a las instituciones (México, la India); y finalmente las democracias más antiguas y establecidas, donde el riesgo a la democracia vendrán más bien de los populistas y extremistas (Países Bajos, EEUU).
(Hasta ahí mi recapitulación del texto de Alec Russell, para que no luego se me vaya a caer mi candidatura a una fiscalía o la Suprema Corte).
La endeble condición de la democracia da para mucho análisis, pero hoy me quiero ocupar de las dos elecciones más importantes y relevantes para nosotros: las de México, obviamente, y las de EEUU.
En nuestro país, no obstante las andanadas retóricas del presidente López Obrador, las instituciones han resistido y podemos anticipar una jornada electoral muy similar a las de este siglo: con influencia excesiva y por lo tanto indebida del partido en el poder (o de uno de los contendientes) pero con libertad de voto y transparencia en los conteos.
Las alternativas claramente definidas entre la continuidad y un regreso “light” al pasado, no son para entusiasmarse. Hay nubarrones innegables (la violencia política instigada por el crimen organizado es la mayor), pero creo que la ganadora tendrá legitimidad democrática y deberá construir a partir de ahí.
El panorama en EEUU es mucho más preocupante, desolador tal vez. No solo por la edad de los contendientes (en vez de democracia será una gerontocracia) sino porque ni Biden fue lo que se esperaba de él ni Trump ha cambiado en lo más mínimo: sigue siendo todo aquello que se esperaba y temía de él.
Si hacemos caso a las encuestas, Trump arrasará en el proceso interno de su partido y podría ganar la elección general holgadamente.
Los recursos legales interpuestos en su contra para sacarlo de las votaciones primarias difícilmente prosperarán, dado que no ha sido condenado por su rol en la insurrección de hace tres años. Así, cualquier intento por impedirle competir solo lo fortalecerá.
Y entonces, el populista y antidemócrata más notorio del mundo podría terminar gobernando (es un decir) a la democracia más poderosa del mundo.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
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@GABRIELGUERRAC
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