A poco más de 100 días del brutal despertar del 7 de octubre, los israelíes parecen exitosos en el campo de batalla, pero al mismo tiempo, enfrentan una lucha cada vez más cuesta arriba en la opinión pública mundial.
La denuncia de genocidio que la República de Sudáfrica presentó ante la Corte Internacional de Justicia contra Israel es una señal de cómo están las cosas. La imagen de Israel ya no es la de un David que enfrenta al Goliat arabe, es el Goliat que abusa de un pueblo desplazado y empobrecido.
La decisión en ese caso tardará años, si bien va. Pero es representativo del problema que ahora enfrenta Israel.
El tema no es tanto que estén errados en tratar de deshacerse de Hamas, el grupo político-militar que realizó el brutal ataque del 7 de octubre y el asesinato, tortura, violación de mas de 1,300 israelíes –hombres, mujeres, niños– y la captura de más de 150 rehenes aún perdidos.
El problema es que la venganza israelí ha sido tanto o más barbárica, ciega, y dado argumentos a sus adversarios.
No es anti-musulmán condenar el canallesco ataque del 7 de octubre. Es necesario también descalificar el muy político, frío y cruel argumento de Hamas de que lanzar el ataque y descarrilar un proceso de normalización política en la región era necesario para evitar ser marginados. Peor aún, probablemente contaban con la reacción israelí.
Pero tampoco es anti-semita el sentir horror por la ferocidad de la campaña que ha semiarrasado Gaza y provocado más de 22 mil muertes, incluso niños y ancianos, mujeres y hombres, jóvenes y viejos. Ni por acusar la construcción de asentamientos "irregulares" en territorios palestinos de Cisjordania.
Y eso es lo que hoy enfrenta Israel.
La situación queda dramatizada en la división que se registra hoy en Estados Unidos.
Por un lado, la fuerza con que el sistema estadounidense ha embrazado la causa israelí, y llevado incluso a que acaudalados personajes de religión judía hayan presionado –y obtenido– la renuncia de rectores universitarios y censuras contra quienes no hayan sido abiertamente favorables a Israel.
Paralelamente, sin embargo, hay una cada vez mayor creciente irritación con el gobierno de Benjamin Netanyahu y la sospecha de que aprovecha el problema para su conveniencia –y supervivencia– política.
Al mismo tiempo, la manifestación pro-Palestina que ocurrió el sábado por la noche frente a la Casa Blanca para protestar por el apoyo estadounidense a Israel no fue sino la proverbial "punta del iceberg": hay una corriente de opinión pública cada vez más adversa a Israel y los métodos de su gobierno, que ciertamente se suma a los grupos pro-palestinos y de hecho a anti-semitas tradicionales.
De hecho, han habido manifestaciones pro-palestinas a lo largo y ancho del mundo, y hay la sospecha de que la actual ofensiva contra los terroristas refugiados en Gaza no es sino una forma de desplazar a los palestinos y empujarlos hacia Egipto, su única salida.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
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