¿Cómo es que Montserrat dejó de respirar por una golpiza y nadie vio los signos de violencia en su cuerpo?, ¿se llamará Montserrat?, ¿cómo es que los vecinos sabían de los maltratos de los que era víctima y nadie hizo nada?, ¿cómo puede ser que la reportaran como desaparecida y a casi dos años aparezca muerta en una Alcaldía que había recibido las denuncias de los vecinos?, nadie hizo nada. ¿Por qué nadie registró en actas y medios que en un edificio de ese lugar había una mujer siendo maltratada?, ¿no supieron o no quisieron buscar?, ya la habían dado por muerta.
La eliminaron de los pendientes. ¿Cómo es que la iban a cremar antes de dar aviso a sus padres?, ¿por qué desecharon la palabra feminicidio si se lee que murió por traumatismo múltiple?, ¿por qué tuvieron que recular e ir por su cuerpo a una funeraria para entonces ya investigarla muerta?, ¿por qué en redes hay un funcionario que confiesa saber del caso, pero no operaron nunca para esclarecerlo? Todos se tiraron la pelota. Dicen en los medios, que tenía 25 años de vida, una joven que no pudo hacer nada, ni por ella ni por sus familiares.
¿Estaba ella protegiendo a su familia? Nadie sabe. Nadie sabrá. ¿Sería una típica historia sentimental donde toda dignidad nubla la mente de la víctima?, ¿importaría si es otra historia?, ¿qué tal que fuera hija de algún funcionario?, no sabemos.
Todas estas preguntas nos las hacemos los lectores, sin conocer detalles, sin poder construir una historia congruente, de principio a fin, pues justamente no existe un hilo lógico que llevara a una investigación responsable. Cualquiera con sentido común diría que se trata de otro caso más ignorado en una fría oficina donde se juega a la justicia, donde todo se traspapela cuando pierden pistas que nunca buscaron, una oficina a la que nos piden acudir en caso de tener problemas. Más allá de los obvios tintes políticos que tan limitada información recaba, el color inhumano con que se pinta el tema debería alertarnos, o al menos despertarnos más dudas.
Siempre dudas. Ni sabemos quiénes son, esos que supuestamente darán con una hija o una hermana nuestra el día que desaparezca de la tierra o cuáles nos darán el pésame asegurando que todo fue accidental. Se pudo hacer mucho pero no lo hicimos, supongo que dirán en sus cabezas, o reafirmarán en su mente, no se enteran en este país de todo lo que hacemos por ellas, si es así, deberían comunicarlo, pero no en ruedas de prensa post mortem.
Mucho se ha hablado de la constante evasión del Estado por los casos de feminicidio, hoy no estamos descubriendo nada, solo corroborando que a muy pocos interesan sus ciudadanas. Están dadas por muertas. Catear un departamento donde existen denuncias de los vecinos es impensable, la voluntad por hallar una historia que no sea mañana un feminicidio es casi nula. Se le teme a la palabra, se le teme al feminicida y se le secunda, se le salva, sin querer, para no agregar más leña al fuego. ¿Por qué llamar a las cosas por otro nombre? Decir, “mataron” parece que cuesta la quincena o la carrera de alguien. Pero ahí están muertas.
El guion dicta que, ya esclarecido el caso, lejos de las capacidades que se autopromocionan, harán un extenso informe a la opinión pública, de esta ardua misión que les compromete con la justicia, y ya sabrán lo sucedido en todos los lugares donde hubo avisos casi infalibles para dar con la verdad antes de que Montserrat y otras dejaran de respirar.
Supongamos que esta historia es falsa, ¿qué más da a los encargados y a los medios?, una más, una menos, ¿ni una menos?, las leemos todos los días, son parte de lo que repiten a las mujeres a diario, “sus vidas nos tienen sin cuidado”. Dudemos de las notas en los medios, de las declaraciones y de los vecinos. ¿Qué más da?, es solo una joven mujer que no pudo saber dónde pedir ayuda porque seguramente dudó. Dudemos de todo lo que los medios informaron, dudemos de lo que dijo el padre con los ojos perdidos en el vacío sorprendido por el dolor, dudemos de los que entrevistaron, de la madre pidiendo auxilio cuando su hija no volvió más a casa y de los que citaron a las autoridades.
Dudemos, todo esto de seguro es un complejo entramado contra todos los que tienen cargos en la justicia por cada partido por el que deben negociar. Dudemos siempre de que los expedientes se pierden, somos muy imaginativos y fantasiosos, vimos muchas películas y series.
El mensaje es claro, dudemos del caso de Montserrat, de sus amigos, de la confesión del novio, que dijo matarla con sus propias manos. Acomodarán las piezas para evitar siempre decir en qué rango diario se encuentra el feminicidio en un país que permite que las maten, aunque se denuncie, se avise, se detalle, se ruegue y se llenen expedientes.
Cuando le presenten a su hija muerta en una oficina llena de carpetas de investigación vencidas y le digan que murió por causas naturales, aunque estuviera desaparecida desde hace más de un año, dude, dude de todo, no crea en nada, es más, dude de que es su hija, ya la habían borrado, no acuda a quienes estén en campaña ni a quienes deban redactar tarjetas informativas, dude de todo.
Dudemos de su nombre, es más, dudemos de que un día nació, total que todo es mentira, todo es confuso, todo se trata de los logros y las victorias de las campañas en turno, de los que hablan en nombre de todas ellas, de las que nos piden, siempre hay que dudar. Duden de ellas, de nosotras, es la regla histórica acostumbrada.
POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN.
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