Columna invitada

Palabras de antaño

Recuerdo que en alguna ocasión mi padre don Celestino Martínez mandó a sus nietos Rubén, Abel y Carlos

Palabras de antaño
Rubén Martínez Cisneros / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Recuerdo que en alguna ocasión mi padre don Celestino Martínez mandó a sus nietos Rubén, Abel y Carlos, por un sitio, los chamacos se quedaron viéndose uno a otro, no sabían a qué sé refería su abuelo; era un carro de alquiler, un taxi, más aún, en otra fecha, les pidió ir a la botica por unos mejorales, -del cual el doctor Fernando González, escribió el anuncio, “Mejor, Mejora, Mejoral- igual, no daban con bola, conocían la farmacia. 

Hoy muchas palabras que han entrado en desuso, ya no se escuchan, se han reemplazado por otras, en el texto El libro de las palabras de antaño, editado por Algarabía en 2009, Mari Carmen Sánchez Uriarte, señala, “Con los años entendí que muchas palabras se modifican y son reemplazadas por otras, de igual manera que sucede con las circunstancias históricas y de generaciones”. 

Agrega Sánchez Uriarte, “Y no es que unas sean mejores que otras, sino que simplemente cambian; porque no es lo mismo organizar una tertulia y ofrecer alipuses acompañados de un picolabis, que armar un reventón de pelos, dar chelas, y botanas provenientes de bolsas metalizadas”. 

En la huasteca potosina era común escuchar que cuando un niño lloraba, era porque estaba chípil, del cual el historiador Francisco J. Santamaría, dice en su Diccionario de Mexicanismos, Porrúa 2000, “…niño que padece malestar, a causa de hallarse en cinta la mujer que le cría”. 

O bien cuando una criatura se sentaba o acomodaba en las piernas de una persona, señalaban, ya Juanito esta encuachanado; hay quienes mandan al chamaco al changarro -tienda, abarrotes-de don Carmelo por un litro de aceite y le advierten, cuenta bien la feria, tal vez la palabra se derive de feriante, sinónimo de comerciante, vendedor.   

Fue común escuchar a las personas que los domingos, días de plaza en provincia, decir vamos por la comisaria, se referían ir por el mandado, la despensa o bien, expresar, doña María se cayó, sufrió un váguido o sea sufrió vértigo, mareo, desmayo. 

Ese niño es una calamidad, lo señalaban por su relajo, travesura, hoy dicen que es hiperactivo o bien, la madre le decía al crío, ven para acá voy a escudriñar tu cabeza, veo que te la rascas y allá van los dedos en busca de bichos. 

También era usual la palabra encalabernó, se decía de la persona que ya fastidió en alguna tertulia y desatinar a los contertulios, también se expresaba que tal persona era un jambado, en referencia que no tiene llenadera en las fiestas con la comida, o bien la palabra de emperifollarse, para referirse a una persona que se arregla “con profusión, esmero”, de acuerdo al texto de las Palabras de Antaño. 

El profesor Feliz Ramos I Duarte en su Diccionario de Mejicanismo inserta un buen número de palabras ya en desuso, entre ellas citamos Apergatado: Atontado; Abonado: Suscrito; Achicopalarse; Afligido, agobiado; Borona: Migaja, agrega De hoquis, la cual significa de balde, gratis y ejemplifica, “Comió de hoquis, viaja dehoquis. 

Y así un Titipuchal de palabras que están en el baúl de los recuerdos. 

RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ

 

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