La presencia obligada de psicólogos en las escuelas de educación básica tras la pandemia por covid-19 no ha servido para cuidar la salud mental de las niñas, niños y adolescentes.
El estudio ‘Aprender a estar bien, estar bien para aprender’ de Mexicanos Primero revela cómo los niveles de ansiedad y tristeza entre niñas, niños y adolescentes (NNA) han incrementado desde el regreso a las clases presenciales, lo que afecta su desarrollo y potencial educativo.
La muestra se tomó a más de tres mil estudiantes entre los 10 y 15 años, de dos estados de la República Mexicana, Campeche y Yucatán. De ellos, 4 % piensa que “nunca le saldrán bien las cosas”.
En cuanto a la percepción de soledad, 12% dice que no tener amigos, y 27% se preocupa siempre o muchas veces.
Para medir la depresión y la ansiedad se aplicaron cuestionarios con preguntas específicas relacionadas con inefectividad externa (creer que no lograrás alguna meta, lo que puede ser por causa del entorno o la fortuna). Inefectividad interna (creer que no lograrás metas específicamente porque no tienes la capacidad para ello), autoestima general, angustia, preocupación, autoimagen (sentirse feo(a)), sensación de soledad, adaptabilidad y percepción de aceptación.
Dentro de los hallazgos encontrados está que las manifestaciones de ansiedad y depresión afecta la forma en que los NNA ejercen su derecho a aprender, algo que es visible en sus niveles de lectura y matemáticas.
También se descubrió que las niñas, niños y adolescentes cuyo regreso a las aulas fue en modalidad presencial reportaron experimentar miedo con mayor frecuencia en comparación con quienes regresaron en modalidades a distancia e híbrida.
Ahora bien, entre las conclusiones que presenta este estudio se refleja que el regreso a las clases presenciales no explica por sí solo el cambio en los niveles de ansiedad y depresión.
Y lo detallan de esta manera: “La escuela no promueve el aprendizaje solamente a través de la enseñanza, de compartir conocimientos. El aprendizaje sucede como producto de la asimilación activa del conocimiento, lo que a su vez depende de estar bien en términos emocionales. Así, la escuela no sólo promueve el derecho a aprender como espacio de aprendizaje cognitivo, sino también como espacio de socialización”.
Lo que todo esto significa es que pese a que la Secretaría de Educación Pública ordenó que las escuelas deben contar con psicólogos, esto no ha sido suficiente para ayudar a los estudiantes a solventar sus posibles problemas emocionales. Además de que desconocemos si todas las escuelas públicas de educación básica de México han cumplido con tener un especialista de este tipo que atienda a su comunidad estudiantil.
Está claro que no podemos medir el desempeño escolar de los estudiantes si primero no se logra una salud mental en ellos, éste es un trabajo conjunto entre autoridad, docentes y padres de familia. Si queremos niños competentes educativamente volteemos a ver su estado emocional antes de exigir buenas calificaciones.
POR KARINA ÁLVAREZ
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