Son en cierta forma una representación de las múltiples personalidades de Estados Unidos. Por un lado, un anciano expresidente, que dedicó su vida post-Casa Blanca a labores de beneficencia y ayuda al prójimo. Jimmy Carter fue execrado como mandatario entre 1976 y 1980 y todavía hoy se le considera como un mal presidente.
Después de todo, fue durante su gobierno que Estados Unidos sufrieron un considerable golpe económico debido a las acciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y una humillación sin precedentes cuando estudiantes iraníes ocuparon la embajada estadounidense en Teherán, a la caída del Shah Reza Pahlevi, y se apoderaron de 52 diplomáticos de ese país.
La crisis duró 444 días y fue determinante para la derrota de Carter ante el republicano Ronald Reagan, en 1980. El otro expresidente es Donald Trump, que ha dedicado su post-presidencia a cuestionar los resultados de la elección de noviembre de 2020 y se convirtió en símbolo de la profunda división política de Estados Unidos.
Claro que Trump, nunca está dispuesto a aceptar responsabilidades, atribuye a otros de los problemas de su gobierno y en especial al impacto de la pandemia de COVID-19, que literalmente paró la economía mundial, pero sobre todo, a denunciar un fraude electoral masivo, que no ha podido probar. Ahora, Trump llamó a sus seguidores a salir hoy a la calle, en un forma que hace evocar el motín del 6 de enero de 2021, cuando sus partidarios asaltaron el Capitolio para presionar al Congreso a no certificar la victoria electoral de Joe Biden.
Pero esta vez, se trata de protestar por lo menos por una posible orden de arresto derivada del pago en 2016 de los servicios sexuales de Stormy Daniels, una estrella del cine pornográfico, con dinero procedente de sus fondos de campaña. Ese delito es uno de los varios por los que distintas instancias judiciales estadounidenses investigan a Trump, que se queja de persecuciones políticas y azuza a sus seguidores.
Podría considerarse un muy gráfico contraste entre un político bien intencionado y uno al que muchos consideran como un estafador. Son parte del mismo sistema.
Tradicionalmente, recordó hace poco la revista The New Yorker, "los expresidentes toman caminos diferentes, pero familiares: Jimmy Carter eligió el camino del servicio puro, lo más cercano al desinterés que uno pueda imaginar; casi todos los demás encuentran formas de hacer una fortuna, jugar al golf y administrar su reputación histórica. Se retiran.
Trump, por supuesto, siempre avanza, un tiburón blanco liderando un movimiento blanco. No se deja intimidar por los rechazos, los juicios políticos, los abandonos de antiguos aliados y las múltiples amenazas legales. Sólo quiere volver a la Casa Blanca, donde montaría una Administración de los vengativos; y, si no puede ganar, al menos disfrutará de los placeres de permanecer en el centro de las cosas por un tiempo más".
Trump no se deja intimidar por los rechazos.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
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