COLUMNA INVITADA

Federico Silva, rebelde luminoso

Tuvo su coherencia ideológica, que lo hicieron respaldar iniciativas populares e indígenas

Federico Silva, rebelde luminoso
Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

El Palacio de Bellas Artes albergará hasta el 16 de abril una exposición homenaje a Federico Silva (1923-2022) de magnífica concepción y montaje: “Lucha y fraternidad. El triunfo de la rebeldía”, curada por Joshua Dalí Sánchez González?y Xavier de la Riva. Los talentos en miscelánea del más sobresaliente creador de su generación, a la altura de sus predecesores, los muralistas de la “Santísima Trinidad” (Orozco, Rivera y Siqueiros) y su antagonista crítico Tamayo, se muestran en su esplendor: pintura, dibujo, diseño, escultura, escritura de libros y revistas, promotor, tecnólogo, investigador...

Hacedor de utopías realistas, cinéticas, geométricas y abstractas, bidimensionales y volumétricas, desde pequeños retablos que manifiestan su delectación por la representación del espacio hasta los registros fotográficos de una de las empresas más delirantes del siglo XX: la intervención en el nido de águilas de Huites en el municipio de Choix, Sinaloa, en el complejo hidroeléctrico Luis Donaldo Colosio, más de 5 mil m2 en bóvedas y muros de piedra viva distribuidos en 84 arcos sembrados con láser cada tres metros, en un túnel de poco más de 250 metros de profundidad, “pintura rupestre” bautizada El Principio, pero conocida igual como La cueva de los cazadores de la luz.

Súbdito de sí mismo, Federico Silva tuvo —y tiene en presente histórico— entre sus mayores virtudes su coherencia ideológica, que lo hicieron respaldar y participar en un sinfín de iniciativas populares e indígenas frente a los tradicionales excesos del Estado y sus gobiernos.

La fábrica de sus obras, auténticas constelaciones, desconoció el reposo. Federico Silva, cronista del movimiento, la luz y el sonido, comprendió a cabalidad que los objetos poseen su peculiar tañido, y dotado de un oído agudísimo se entregó a la tarea de registrarlo y descifrarlo. Creador en convergencia con compositores como Manuel Enríquez, Alicia Urreta, Federico Ibarra, Mario Lavista, Carlos Cruz de Castro o Eduardo Soto Millán.

Apuntar, siquiera, su impacto internacional, en especial las esculturas que tiene desperdigadas en Francia, Japón, Estados Unidos, España, Jamaica o Suecia; como también su presencia en los estados de la República, y aún en la Ciudad de México (“Canto a un dios mineral”, en el Palacio de Minería, el Alux de la Muerte, en la Plaza de las Tres Culturas en Nonoalco-Tlatelolco o El Vigilante, emblema del Sistema Morelos de Telecomunicaciones), resulta tarea casi imposible: un alud de belleza.

Su vínculo con la UNAM fue profundo y en su geografía habitan un sinfín de creaciones suyas. Algunas han modificado el rumbo del arte en México, como su iniciativa de El espacio escultórico, obra colectiva y sendero de esculturas individuales que jaspean un territorio de lava.

Así, composiciones exquisitas y únicas como el “Mural escultórico”, exterior, y la “Historia de un espacio matemático”, interior, de la Facultad de Ingeniería (1980) o las Serpientes del Pedregal (1986), colosales herederas de nuestra imaginería precolombina, progenie de Cihuacóatl y Coatlicue, las mujeres-diosas que abrazan y contienen al orbe terrestre. Imposible mencionar la legión de sus brillantes contribuciones. Otras muchas están en Tlaxcala, tierra que adoptara desde 1985 hasta su deceso.

Federico Silva es una de nuestras más entrañables y ricas señas de identidad cultural, amén de ser un ejemplo político de dignidad e independencia. Mañana jueves 9 de febrero a partir de las 18:00 horas lo recordaré en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas con la charla presencial Memoria y música en Federico Silva. Quedan cordialmente invitados.

 

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR 

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

LSN

 

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