El 6 de febrero, un terremoto de 7.8 en la escala Richter impactó, en diferentes magnitudes, a todo el Medio Oriente. Este fenómeno ha sido catalogado como uno de los más mortíferos registrados en este siglo. Hasta el momento, y con un claro subregistro, se han contabilizado alrededor de 45 mil muertes.
Si bien, estas catástrofes son siempre utilizadas como ejemplo de la importancia que tiene la cooperación internacional para la asistencia humanitaria en apoyo a la población civil, también salta una interrogante: ¿Por qué esperamos hasta que estos supuestos acontezcan para ayudar?
Sin irnos tan atrás, desde el año pasado, en Turquía, se reportó una de las peores inflaciones y colapsos económicos. Sumado a ello, se cumplieron más de diez años de la guerra civil en el territorio sirio que ha traído consigo la inestabilidad del país. Por tanto, no es la primera vez que estos países se enfrentan a un contexto de crisis humanitaria.
Al realizar una búsqueda rápida por internet, los llamados de ayuda por parte de la población son extensos, en varios idiomas y con todas las opciones para donar. Lo peor, es que estos casos no son aislados, por ejemplo: en días pasados, otro terremoto sacudió Indonesia; a finales del año pasado India rompió récord en el registro de desastres naturales; Pakistán continúa sin recuperarse de las inundaciones. En estos, como en muchos otros, existe el constante llamado de asistencia a la comunidad internacional, pero este solo llega cuando se estima que hay un siniestro que sí atraerá los reflectores.
No se puede negar que las consecuencias de estas desgracias pudieron ser diferentes si es que existiera un apoyo continuo. El replantear la reacción internacional no tiene que ser la responsabilidad de unas cuantas personas, porque si no se caerá -como ya es una constante- en el círculo vicioso de creer que con solo las aportaciones de estas semanas serán más que suficientes para la reconstrucción de estos o más países, y olvidaremos esos videos que nos conmovieron, para una vez más, esperar al siguiente desastre.
POR SAMANTHA R. SANTILLÁN
ASOCIADA DEL PROGRAMA DE JÓVENES DEL COMEXI
@SAMANTHARDZSNT
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