El reportaje de la periodista Peniley Ramírez sobre Ayotzinapa, publicado en Reforma, ha levantado ámpulas por todos lados. Los mensajes que transcribe, forman parte de un informe elaborado por el actual gobierno, en ellos se consignan tres hechos fundamentales para entender el caso: la extrema crueldad con que actuaron los delincuentes, el paradero de los cadáveres y la participación activa de distintas autoridades. Nadie dudaba que los normalistas fueron asesinados, pero no se conocían los aberrantes detalles de la actuación de los criminales. Se tenían hipótesis de la forma en que se habían deshecho de los cuerpos, pero ahora se conoce la ubicación exacta. Se sabía de la participación de autoridades municipales, pero ahora hay la presunción fundada de que también el Ejército tuvo mucho que ver en la masacre. Este último hecho es el más relevante, y el que tiene muy preocupado al gobierno, pues su revelación exhibe a muchos integrantes de las Fuerzas Armadas que estarían involucrados y sobre los cuales se tendría que actuar. Ayotzinapa fue el principio del fin para el anterior gobierno, si la actual administración sigue con la misma lógica de ocultar la verdad y no castigar a los responsables, pueden correr con la misma suerte.
Con su reportaje, Peniley Ramírez exhibió el mal tino que sólo tienen los periodistas de oficio, su trabajo llega en el peor momento para algunos, sobre todo para quienes defienden la militarización del país, con el argumento de que el Ejército es una institución confiable a toda prueba. Los mensajes exhibidos exponen el grado de descomposición al que pueden llegar las Fuerzas Armadas cuando se coluden con los delincuentes. En tiempos donde la militarización del país está en auge, la información es reveladora; el Ejército participó en la desaparición de los normalistas, el mismo a quien hoy se le pretende entregar la seguridad pública del país. No se trata de poner en entredicho el valor probado de nuestras Fuerzas Armadas, sino de discutir y poner sobre la mesa, si verdaderamente están capacitados para combatir a la delincuencia organizada.
Con su enorme poder económico, los narcotraficantes han logrado sobornar a funcionarios de todos los niveles y esferas del gobierno, el Ejército no ha podido escapar a esta lógica. ¿Qué nos garantiza un resultado distinto con la actual administración?
No se trata de un acto de fe, de creer que las cosas serán distintas sólo por creerlo, hace falta un plan confiable y realista de que estos actos no volverán a repetirse. Mientras tanto, Peniley ha sido atacada desde distintos flancos por revelar la verdad, el gobierno ya confirmó la veracidad de sus dichos, pero al mismo tiempo condena enérgicamente su difusión. Los simpatizantes de la 4T se han volcado en redes sociales para juzgar a la periodista por su trabajo, el cual es incómodo, ácido, cruel y realista, así como debe de ser cualquier trabajo periodístico sobre la delincuencia.
El gobierno tiene en sus manos la misma oportunidad que tuvieron sus antecesores y no aprovecharon para hacer lo correcto. La dolorosa verdad ha sido revelada y ya no hay marcha atrás, Ayotzinapa está más vivo que nunca y muchos de los responsables siguen en libertad. La única forma en que la memoria de los normalistas puede ser honrada, es conociendo la verdad y castigando a todos los responsables.
Para las familias de las víctimas nuestra solidaridad en estos tiempos oscuros, esperando que su pesadilla termine pronto.
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR
COLABORADOR
@HSERRANOAZAMAR
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