Tras el intenso debate que se vive en el país para brindar plena cobertura legal a la continuidad de la participación de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública, al menos hasta el año 2028, y el cambio de adscripción de la Guardia Nacional a la SEDENA, conviene reflexionar sobre esta discusión policial-militar, que es ya bastante longeva y se ha dado a escala global.
Esta iniciativa, que nació con el impulso del presidente López Obrador, y que decidió acompañar un sector del PRI con ligeras modificaciones, ya avanzó en la Cámara de Diputados al haber aprobado la reforma a un artículo transitorio del decreto constitucional que creó la Guardia Nacional, y se ha encaminado al Senado, donde existen pronósticos reservados sobre su devenir, convirtiéndose así en un asunto verdaderamente crucial ante el cual cada fuerza política tendrá que posicionarse y rendir cuentas a la ciudadanía.
Lo que es indudable es el respaldo de la sociedad a la participación de las Fuerzas Armadas en el combate al crimen organizado, como lo han evidenciado los más recientes estudios. En el de Buendía y Laredo, de finales de agosto, 80% de la población está a favor de dicha función por parte de las instituciones militares; en la de El Financiero, la mayoría prefiere el mando militar sobre el civil para la Guardia Nacional (53% vs 40%).
En la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI (junio) se demuestra que la percepción sobre la efectividad de la Marina, el Ejército y la Guardia Nacional es muy superior que el de las policías locales, en algunos casos duplicándola.
La comentocracia tiende a simplificar al extremo este debate, cuando se trata de un tema de gran relevancia para poder enfrentar los retos de la seguridad en el país, sin reparar en analizar los motivos y raíces del sentir popular favorable en torno a la intervención de las fuerzas castrenses, como tampoco se detienen a revisar el estado deplorable en que se encuentran la mayoría de las fuerzas de orden de carácter estatal y municipal, así como la sensación de indefensión en que están atrapados muchos ciudadanos.
La experiencia internacional es también muy valiosa y puede ofrecer lecciones importantes para la evolución que habrá de tener la Guardia Nacional: sean “gendarmerías”, “guardias” o “carabineros”, los modelos de Francia, España, Italia, Portugal, Rumania, Polonia y Holanda, principalmente, demuestran que sí es posible establecer cuerpos policiacos con cierta naturaleza o características militares, que logren conciliar esa graduación de la fuerza pública que es tan necesaria, al mismo tiempo de lograr fórmulas exitosas para reducir la violencia de estos tiempos.
El poder consolidar nuestro propio modelo, acorde a nuestra realidad y las exigencias de nuestras regiones, demanda proporcionar las herramientas para que esos policías con disciplina militar puedan seguir colaborando para que México sea un día un país más seguro para todos.
POR JESÚS ÁNGEL DUARTE
COLABORADOR
@duarte_tellez
MAAZ