Apuntes de Guerra

Colombia, ¿hacia dónde?

El simple hecho de que alguien pueda transitar de las armas a las urnas adquiere un significado mayúsculo

Colombia, ¿hacia dónde?
Valeria González Ruiz / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de México

En poco más de dos siglos, Colombia no había tenido nunca un Presidente de la República de lo que hoy llamamos la izquierda, pero que podríamos describir mejor como surgido de —o representando a— las clases más populares y menos favorecidas. Mucho menos había tenido a una vicepresidenta negra o afrodescendiente, luchadora y activista social, producto de los barrios y regiones más olvidadas del país.

Antier, como en un parpadeo de 212 años, Gustavo Petro y Francia Márquez han llegado a sacudir el orden establecido y a romper la hegemonía que ejercían los partidos de centroderecha y de centro a secas, que si bien se llamaban liberales o conservadores eran más bien reflejo y resultado de viejos acuerdos cupulares que garantizaban la alternancia entre sí pero mantenían cerradas las puertas a cualquier opción diferente. La tan llevada y traída alternancia democrática era en realidad un arreglo que daba tranquilidad a todo aquel que fuera de clase media en adelante, y que excluía —para todos efectos prácticos— a poco más o menos de la mitad de la población, que es la que hoy en día vive por debajo de la línea de la pobreza.

Son muchas las cosas que a partir de ahora cambiarán con la sola llegada al poder de un antiguo militante no solo de la izquierda, sino de uno de los principales grupos de la guerrilla. En un país como Colombia, en que los símbolos y las palabras tienen tanto peso, el simple hecho de que alguien pueda transitar de las armas a las urnas adquiere un significado mayúsculo: es la victoria de la razón sobre la pasión, de la vocación por la política por encima de la lucha por el poder al costo que fuere. Y es, también, la llegada de los olvidados de siempre a los pasillos de los que siempre fueron los poderosos, los que todo lo tenían, incluida la memoria.

Llena de símbolos y esperanza para muchos, las ceremonias de toma de posesión de los nuevos Presidente y vicepresidenta, pero también de angustia y preocupaciones para quienes ven en su llegada una amenaza a lo mucho construido por las clases medias colombianas, que también lo hay. Si la democracia en Colombia se hubiese ocupado un poco más en ser incluyente y no meramente numérica o cuantitativa, sería ese uno de los países de avanzada, no sólo de la región, sino del mundo. Pero como no fue así, le pasó lo que a muchos modelos de la así llamada ilustración: al creerse representantes de los mejores se olvidaron de sus obligaciones con los marginados y desposeídos. Y una democracia moderna sólo es funcional si es incluyente y no selectiva: sólo dando oportunidades y piso parejos se puede apostar por la meritocracia.

Es demasiado pronto para adivinar el rumbo que tomará esta nueva alternativa que presenta Colombia, pero de su éxito o su fracaso dependerá en mucho el camino que elijan otros muchos en la región.

POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
@GABRIELGUERRAC

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