COLUMNA INVITADA

¿Difuminando fronteras?

José Mendoza López alcanzó la gloria en 1944, en los bosques belgas, cuando heroicamente repelió, casi por su cuenta, una horda de alemanes que avanzaban para rodear su compañía, abatiendo a más de 100 enemigos

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En 1918, un niño llamado José Mendoza López pasó la frontera México-Estados Unidos con dirección a Brownsville, Texas. Cinco años antes, un viejo llamado Ambrose Bierce lo había hecho también, pero en sentido contrario rumbo a Ciudad Juárez. José, entonces anónimo huérfano oaxaqueño, lo hacía para vivir; Ambrose, el famoso literato de Ohio, cruzó para morir. Después de pasar el límite entre dos mundos, la vida de José se encuentra firmemente documentada: su carrera como boxeador, sus aventuras como marino mercante y su eventual ascenso al Olimpo de los guerreros en los campos de batalla de Europa, que han sido objeto de cientos de publicaciones y documentales. En cambio, sólo sombras y bruma delinean la vida de Ambrose en México; sus últimas cartas, testimonios contradictorios, y la imaginación de Carlos Fuentes —quien narra una posible versión de sus últimos días en Gringo Viejo— nos ofrecen una imagen vaga e incierta de sus últimos años.

José Mendoza López alcanzó la gloria en 1944, en los bosques belgas, cuando heroicamente repelió, casi por su cuenta, una horda de alemanes que avanzaban para rodear su compañía, abatiendo a más de 100 enemigos. Por su extraordinario valor recibió la Medalla de Honor y el Corazón Púrpura y después, en una visita a su México natal, la Condecoración del Mérito Militar. Bierce también conoció los horrores de la guerra, primero en Shiloh, a los 21 años (la misma edad de José en Bélgica) y después, presumiblemente, acompañando a las tropas de Pancho Villa en Chihuahua.

Las historias de estos dos hombres nos ofrecen un contraste fascinante; uno sale, en su juventud, de la bruma para alcanzar la gloria; el otro da la espalda a la fama para adentrarse en la bruma. El primero pasa a la historia; el segundo se convierte en leyenda. José huía de la precariedad; Ambrose huía de la banalidad, y en ambos casos el punto de inflexión es el cruce de esa frontera que separa dos países, -EUA-México- y que a la vez es el centro de muchos eventos protagonizados por una plétora de heroínas y héroes anónimos que con sus sueños a cuestas y su determinación forjan las naciones a donde llegan.

La migración es un fenómeno que existe desde los albores de la humanidad, es ese caleidoscopio que nos muestra el complejo enramado de un sinfín de acontecimientos que iluminan la historia de nuestra sociedad. No son los muros, ni los océanos, menos las montañas o los desiertos los que pueden detener la movilidad de la gente. El fenómeno por su dimensión y tamaño implica y demanda respuestas reales, humanas, solidarias. Pueblos y naciones las sufrieron, ayer, la padecen hoy, y la tendrán que afrontar mañana.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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