COLUMNA INVITADA

Un nuevo orden financiero

El esquema de Bretton Woods fue, en gran medida, responsable de los 30 años gloriosos del capitalismo, una era en la que se logró el mayor crecimiento económico

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

El 22 de Julio de 1944, los países vencedores de la 2ª Guerra Mundial, liderados por Estados Unidos y Gran Bretaña, se dieron cita en el Hotel Mount Washington de Bretton Woods, New Hampshire, en EU. Durante 22 días, delegados de los 44 países aliados mantuvieron reuniones con un objetivo único: crear un sistema de reglas que estableciera un nuevo orden a las relaciones monetarias, financieras y comerciales entre las naciones del mundo. El reto no era sencillo, pero valía la pena desarrollar un nuevo modelo económico que estableciese un sentido dentro del caos que había dejado la guerra.

Todos los presentes a dicho evento partían de la misma conclusión: las dos guerras que habían marcado la primera mitad del siglo XX fueron consecuencia de una competencia política y económica entre las grandes potencias. Por eso, resultaba imperioso establecer un marco regulatorio que ayudara a prevenir conflictos de esa envergadura nuevamente. Se requería un nuevo modelo de crecimiento económico sostenido y boyante.

Uno de los acuerdos más notorios fue la creación del Fondo Monetario Internacional, cuya misión era garantizar la estabilidad del tipo de cambio y de los flujos financieros internacionales. Otro arreglo fue la creación del Banco Mundial, además de la utilización del patrón oro y de la adopción del dólar como moneda de cambio internacional.

El esquema de Bretton Woods fue, en gran medida, responsable de los 30 años gloriosos del capitalismo, una era en la que se logró el mayor crecimiento económico en la historia, hasta ese momento, junto con niveles de bienestar y equidad que nunca se habían conocido antes. Pero en la década de 1970, el sistema comenzaría a colapsar.

El nuevo patrón monetario había hecho que en todo el mundo creciera la demanda de dólares. Eso hizo que progresivamente fuera aumentando su valor, lo cual era un problema para el comercio estadounidense. Ya que, hasta esos momentos, los países debían respaldar sus monedas con oro. Por ello, en un contexto de estanflación, el presidente Richard Nixon decidió devaluar, de 35 dólares por onza, pasó primero a 38 y luego a 42.

Eso significaba, que, si la moneda era apreciada, debía venderse lo más rápido posible, para tratar de obtener ganancias y resarcir perdidas futuras. Las cosas cambiarían desde aquel entonces, haciendo prevalecer el papel de los organismos financieros en el contexto internacional, en favor del papel preponderante de sus decisiones en las finanzas públicas de muchos países del orbe internacional. Este sistema no tendría cambios hasta entrado el siglo XXI, cuando la digitalización de las transacciones monetarias, aunado a la guerra entre Rusia y Ucrania, le han dado otro rumbo y un nuevo sentido a los flujos de efectivo y sus alcances.

A México, como a otras naciones, la fluctuación en los precios del oro no debe pasarle inadvertida, ya que, como bien lo ha señalado la historia en el mundo de las inversiones, el oro es considerado un activo de refugio. Cuando las cosas van mal en la economía y en los mercados, los inversionistas suelen acudir a él, y con el aumento de la demanda viene el alza de su precio. El problema con estas inercias es que el pacto de Breton Woods ha llegado a su fin, y con él, la vigencia del modelo económico.

La lucha entre el club de Bilderberg y Silicon Valley (lo medible, cargable y transportable contra lo que está en la nube), ha dado comienzo.

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES

PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

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