CAMPUS

La desventura del presidencialismo

El costo de oportunidad por hacer gobierno escaló ad infinitum para Boris Johnson

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El costo de oportunidad por hacer gobierno escaló ad infinitum para Boris Johnson. Miembros de su gabinete renunciaron en masse, incluyendo a Rishi Sinak, su Chancellor of the Exchequer. A pesar de las presiones para abandonar 10 Downing Street, Johnson no dejará su cargo hasta que su partido designe sucesor. El desenlace del periplo político del promotor del Brexit era previsible desde el “partygate” y el escándalo alrededor del nombramiento de Chris Pincher como sublíder de los Tories. 

Posterior a su renuncia, algunos comentaristas lamentaron que en México sería imposible que se suscitara una acción política de esa naturaleza. Su observación es acertada, en los regímenes presidenciales los plazos son fijos y no existe la posibilidad de que la oposición emita un voto de no confianza desde el poder legislativo.

El debate alrededor de la renuncia del primer ministro británico ha evidenciado algunas debilidades institucionales inherentes a los regímenes presidenciales, y que los hacen deficientes en comparación con los sistemas parlamentarios que permiten que tras una gestión atroz se convoque a nuevas elecciones.

Los regímenes presidenciales utilizan la fórmula de mayoría o “first past the post” donde el ganador “gana todo”. Esto, aunado a periodos fijos de gobierno que en el caso de México son inusualmente largos, genera una gran polarización y una brutal competencia política. En los presidencialismos, el jefe de Estado es el jefe de gobierno. En un parlamentarismo, el presidente López Obrador sería un gran jefe de Estado y podría dedicarse a recorrer el país y sus loncherías, recibir a Díaz-Canel, Evo y a todos sus cuates, podría visitar a quienes encabezan regímenes afines como Petro, Boric y Pedro Castillo. También podría protagonizar mañaneras interminables mientras deja las labores de gobierno a burócratas profesionales con una formación técnica.

En los parlamentos, los primeros ministros son elegidos entre sus pares y emanan del cuerpo legislativo, por lo que son responsables ante ellos y al mismo tiempo éstos los legitiman, lo que fomenta la cooperación y la rendición de cuentas. A su vez, en los gobiernos presidenciales se fomenta el autoritarismo y promueve la concentración de poder en una sola persona; son generalmente mucho mas inestables y es mucho más fácil regresar a sistemas autoritarios.

Sería ingenuo pensar que podríamos transitar hacia un sistema con tintes parlamentarios, pero quizá cuando concluya el obradorato podamos iniciar el diálogo y el debate sobre las adecuaciones al entramado institucional que son necesarias para fomentar la rendición de cuentas, por ejemplo. La primera y más necesaria es que reduzca el periodo de gobierno a cuatro años y posibilite la reelección presidencial y la legislativa sin intromisión de liderazgos partidistas. La segunda es eliminar la revocación de mandato que utilizará AMLO para debilitar al próximo presidente, independientemente de la fuerza política que represente. La visión con la que se debe legislar y afinar las reglas es la de blindarnos de populismos autocráticos: viejos y nuevos.

Alejandro Echegaray 

@aechegaray1 

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